Sobre la corrección política y el feminismo radical

[DarkBlade]

He estado al tanto del tema de Daniel Vávra con el tema del GameLab, y cada día qué pasa es más acojonante lo que está pasando, y que esté pasando en un sector como es el del videojuego donde la libertad artística debería primar por encima de todo.

Las acusaciones por ser un nazi parten, en primer lugar, por apoyar al Gamergate, que gracias a las brillantes y completas explicaciones de @lordlizard a día de hoy y habiendo transcurrido ya unos años nos podemos hacer una idea de cómo surgió, por qué surgió y por qué a día de hoy se ofrece una versión totalmente distorsionada del movimiento por parte de los mamporreros del feminismo de Twitter que ejerce a día de hoy una represión digna de régimen totalitario en contra de cualquiera que se salga de la agenda política y de la mentalidad de campanario contra la que presumiblemente luchan, y de la que ahora mismo son paradigma.

Vávra siempre se mostró irónico con respecto al movimiento, pero siempre tuvo claro que se posicionaba del lado de aquellos que defendían a los gamers y a la libertad de llos equipos de desarrolladores y artísticos a la hora de concebir sus obras. Y el culmen llegó con Kingdom Come: Deliverance porque a la Santa Inquisición de la corrección política, de la igualdad, del feminismo y la equidad no le pareció bien que en un juego ambientado (buscando siempre la realidad más precisa) en la puta Europa del siglo XV, donde la mujer era poco menos que una herramienta y evidentemente, de haber negros, no eran precisamente caballeros, no se cumpliera con las cuotas de género o con la igualdad de razas.

Y ahora ya lo último es alegrarse, manifiesta y abiertamente, de la muerte de TotalBiscuit tras haber estado batallando contra el cáncer desde que, al menos lo que yo puedo recordar, dos años como mínimo. Hasta este punto hemos llegado en el que si no estás de acuerdo con el pensamiento único de la mente colmena de la corrección política y el feminismo de tercera hora de Kotaku, Twitter y compañóa te van a avasallar, boicotear e incluso desear y alegrarse de tu muerte. Estamos llegando a unos niveles de fascismo de pensamiento que se empiezan a acercar peligrosamente a los hechos pretéritos del siglo XX, y vamos por muy mal camino.

Estamos a pocos pasos a que a los desarrolladores se les deje una hojita con los temas sobre los que pueden basar sus obras, sobre cuotas de género, de sexualidad y de raza para que sus juegos sean lo más inclusivos posible, y lo menos ofensivos posible. La libertad de expresión y artística está empezando a ser perseguida y parece que en breve, erradicada. Me parece inconcebible que si yo ahora quiero hacer un juego sin mujeres o personas que no sean blancas se persiga a mi juego (y probablemente a mí, tachando de machista, misógino, supremacista blanco, xenófobo, homófobo, tránsfobo y cualquier etiqueta del estilo) solo porque quiero elegir los personajes que quiero que figuren en mi juego. Se dice y no se cree.

Lo mejor es que si protestas contra este tipo de comportamiento, las puntas de lanza del feminismo en Twitter (que no son todas, no so lo son, pero casualmente son las que más seguidores tienen, a las que se les da visibilidad en portales de videojuegos virtuales y físicos y las que tienen más peso político y en la industria, pero no, no son todas ni son representantes de la maoría del colectivo, en absoluto) se te echan al cuello y mandan a sus legiones enrabietadas a dinamitar tus opiniones, artículos, trabajos u obras. Esto funciona así: o opinas como yo o trato de silenciarse, tacharte de -istas varios y boicotear tus apariciones públicas. Y no, nunca, jamás, tratan de dialogar con los implicados. Todo se basa en una avalancha de insultos, amenazas veladas y no tan veladas, ordas y ordas de tuiteros pero 0 debate y 0 diálogo. Es curioso, cuanto menos. Y triste.

Y con esto lo que se va a lograr es precisamente el auge de los sectores más radicales en los que la comunidad que está harta de ser perseguidos se va a ver reflejada y defendida, y en eso sí que reside el peligro. Pero visto lo visto, parece que es la única forma de hacer justicia: encontrar la horma de su zapato y que precisamente se lleven un zapatazo en el hocico, aunque sea, por una vez.