26-10-2020 13:48
Leido uno de los capítulos más infames de Ulises, el 13. Por supuesto que tenía que ser ese número.
Capítulo 13: Nausicaa
En La Odisea, Ulises acaba naufragando en las costas de la isla de Esqueria, donde la princesa Nausicaa se encuentra jugueteando en la playa con sus sirvientas. Cuando aparece Ulises desnudo, pidiendo ayuda, todas las mujeres huyen de él salvo la princesa, que es capaz de ver su nobleza detrás de su terrible y deteriorado aspecto y decide ayudarle.
Mencioné que este capítulo de Ulises es particularmente infame, pero esto no se debe a que sea complicado o difícil de leer, sino a su profundo caracter sexual que fue la gota que colmó el vaso y acabó llevando el libro a juicio y causando su posterior prohibición. En este capítulo Bloom está dando un paseo por la playa después de haber visitado con Cunningham a la viuda de Dignam (momento al que Joyce no le dedicó un capítulo por alguna razón). Durante el paseo repara en un grupo de chicas jóvenes que están ciudando de unos niños. Una de ellas, llamada Gerty, está sentada en una roca y se da cuenta de que Bloom las está mirando. Gerty, aparentemente una chica virgen de 22 años con una frustración sexual de la hostia, empieza a exhibirse disimuladamente ante Bloom.
El capítulo está dividido en dos mitades. Durante la primera mitad hay un narrador en tercera persona, pero sus comentarios dejan claro que, en realidad, se trata de la propia Gerty. Está escrito de una forma edulcorada, remilgada, plagada de diminutivos, como si ella misma se estuviese describiendo como una chica ideal, hermosa, protagonista de esas novelas románticas que tanto le gustan. Y, aún así, su narrativa está repleta de contenido sexual encubierto. Cuando no hace esto, sin embargo, la narrativa de Gerty parece ir pasando de la novela romántica a los anuncios de cosméticos o a los marujeos y rumores. Esta es una visión muy estereotipada del género femenino sobre la que Joyce, aparentemente, quería poner su punto de mira de forma crítica.
Cuando Gerty ve a su "misterioso admirador", empieza a montarse una película de la hostia. Lo describe como un caballero extranjero de mirada triste pero noble, posiblemente viudo, a quien ella quizá sea capaz de cambiar. Todo esto es gracioso (y quizá algo grotesco) si tenemos en cuenta que Bloom, en esos mismos momentos, tiene la mano en el bolsillo acariciándose el miembro. Y ella lo sabe, pero igualmente se niega a introducirlo en su cuento idealizado.
Esto contrasta cuando, de pronto, cuando Gerty y el resto se van de la playa, el capítulo pasa sin previo aviso y en medio mismo de un párrafo a ser un monólogo interior de Bloom, quien es franco, directo, y describe las cosas tal y como son. Sí: El tipo estaba masturbándose. Si, se siente mal por ello, pero a la vez por mucho que Gerty intentase describirse como una princesa de cuento de hadas, se dio cuenta de que ella estaba plenamente metida en el juego de voyeurismo sexual con él. Esta es una de las críticas de Joyce: Allí donde los hombres podemos decir las cosas tal y como son, de las mujeres se espera un comportamiento recatado y refinado a pesar de que, al final del día, ambos acabamos teniendo las mismas fantasías y necesidades.
La segunda mitad del capítulo es este monólogo interior de Bloom, que da inicio después del climax (que coincide con un castillo de fuegos artificiales con una clara simbología fálica y orgásmica, y que Gerty utiliza como excusa para "inclinarse para verlo mejor", a la vez que deja ver más carne). Una de las primeras cosas que Bloom vé cuando Gerty se aleja tras el show es que, por mucho que ella hubiese intentado omitirlo al no encajar en su novela romántica, Gerty es coja. Bloom se pregunta si hubiese sentido la misma excitación de haber sabido esto de antemano, lo que le lleva a preguntarse por qué los defectos en las mujeres son vistos como algo diez veces peor que en los hombres, así como el origen de esta presión social por la belleza inmaculada que recae sobre ellas.
El monólogo interior de Bloom sirve como un claro contrapuesto al de Stephen en el capítulo 3, que, por cierto, sucedía en la misma playa. El de Stephen era una sarta de sinsentidos existenciales de una densidad apabullante, mientras que el de Bloom es mucho más mundano. Pero igualmente, como suele pasar con este libro, sus pensamientos se van por las ramas. Empieza a pensar en la atracción entre hombre y mujer, en las mujeres que han pasado por su vida, e invariablemente acaba, como siempre, recordando que en estos mismos momentos su mujer probablemente esté acostada con su amante. Empieza a pensar en cosas que hacer para no volver a casa demasiado pronto, a pesar de que ya se está haciendo tarde y ha sido un día muy largo. Entre el funeral, la posterior visita a la viuda, su mujer poniéndole los cuernos y el encuentro con el Ciudadano en el capítulo anterior su ánimo estaba bastante bajo, pero este breve juego con Gerty le ha levantado ligeramente la moral, y por ello se lo agradece en silencio a la "diablilla coja".
No me extraña que este capítulo hiciese explotar muchas cabezas en su momento, teniendo en cuenta cuando fue escrito. Con el inevitable "efecto Streisand" que llegó después, claro.
El siguiente capítulo es otro de los que tienen fama de ser jodidos de leer. En una semana os cuento.
Capítulo 13: Nausicaa
En La Odisea, Ulises acaba naufragando en las costas de la isla de Esqueria, donde la princesa Nausicaa se encuentra jugueteando en la playa con sus sirvientas. Cuando aparece Ulises desnudo, pidiendo ayuda, todas las mujeres huyen de él salvo la princesa, que es capaz de ver su nobleza detrás de su terrible y deteriorado aspecto y decide ayudarle.
Mencioné que este capítulo de Ulises es particularmente infame, pero esto no se debe a que sea complicado o difícil de leer, sino a su profundo caracter sexual que fue la gota que colmó el vaso y acabó llevando el libro a juicio y causando su posterior prohibición. En este capítulo Bloom está dando un paseo por la playa después de haber visitado con Cunningham a la viuda de Dignam (momento al que Joyce no le dedicó un capítulo por alguna razón). Durante el paseo repara en un grupo de chicas jóvenes que están ciudando de unos niños. Una de ellas, llamada Gerty, está sentada en una roca y se da cuenta de que Bloom las está mirando. Gerty, aparentemente una chica virgen de 22 años con una frustración sexual de la hostia, empieza a exhibirse disimuladamente ante Bloom.
El capítulo está dividido en dos mitades. Durante la primera mitad hay un narrador en tercera persona, pero sus comentarios dejan claro que, en realidad, se trata de la propia Gerty. Está escrito de una forma edulcorada, remilgada, plagada de diminutivos, como si ella misma se estuviese describiendo como una chica ideal, hermosa, protagonista de esas novelas románticas que tanto le gustan. Y, aún así, su narrativa está repleta de contenido sexual encubierto. Cuando no hace esto, sin embargo, la narrativa de Gerty parece ir pasando de la novela romántica a los anuncios de cosméticos o a los marujeos y rumores. Esta es una visión muy estereotipada del género femenino sobre la que Joyce, aparentemente, quería poner su punto de mira de forma crítica.
Cuando Gerty ve a su "misterioso admirador", empieza a montarse una película de la hostia. Lo describe como un caballero extranjero de mirada triste pero noble, posiblemente viudo, a quien ella quizá sea capaz de cambiar. Todo esto es gracioso (y quizá algo grotesco) si tenemos en cuenta que Bloom, en esos mismos momentos, tiene la mano en el bolsillo acariciándose el miembro. Y ella lo sabe, pero igualmente se niega a introducirlo en su cuento idealizado.
Esto contrasta cuando, de pronto, cuando Gerty y el resto se van de la playa, el capítulo pasa sin previo aviso y en medio mismo de un párrafo a ser un monólogo interior de Bloom, quien es franco, directo, y describe las cosas tal y como son. Sí: El tipo estaba masturbándose. Si, se siente mal por ello, pero a la vez por mucho que Gerty intentase describirse como una princesa de cuento de hadas, se dio cuenta de que ella estaba plenamente metida en el juego de voyeurismo sexual con él. Esta es una de las críticas de Joyce: Allí donde los hombres podemos decir las cosas tal y como son, de las mujeres se espera un comportamiento recatado y refinado a pesar de que, al final del día, ambos acabamos teniendo las mismas fantasías y necesidades.
La segunda mitad del capítulo es este monólogo interior de Bloom, que da inicio después del climax (que coincide con un castillo de fuegos artificiales con una clara simbología fálica y orgásmica, y que Gerty utiliza como excusa para "inclinarse para verlo mejor", a la vez que deja ver más carne). Una de las primeras cosas que Bloom vé cuando Gerty se aleja tras el show es que, por mucho que ella hubiese intentado omitirlo al no encajar en su novela romántica, Gerty es coja. Bloom se pregunta si hubiese sentido la misma excitación de haber sabido esto de antemano, lo que le lleva a preguntarse por qué los defectos en las mujeres son vistos como algo diez veces peor que en los hombres, así como el origen de esta presión social por la belleza inmaculada que recae sobre ellas.
El monólogo interior de Bloom sirve como un claro contrapuesto al de Stephen en el capítulo 3, que, por cierto, sucedía en la misma playa. El de Stephen era una sarta de sinsentidos existenciales de una densidad apabullante, mientras que el de Bloom es mucho más mundano. Pero igualmente, como suele pasar con este libro, sus pensamientos se van por las ramas. Empieza a pensar en la atracción entre hombre y mujer, en las mujeres que han pasado por su vida, e invariablemente acaba, como siempre, recordando que en estos mismos momentos su mujer probablemente esté acostada con su amante. Empieza a pensar en cosas que hacer para no volver a casa demasiado pronto, a pesar de que ya se está haciendo tarde y ha sido un día muy largo. Entre el funeral, la posterior visita a la viuda, su mujer poniéndole los cuernos y el encuentro con el Ciudadano en el capítulo anterior su ánimo estaba bastante bajo, pero este breve juego con Gerty le ha levantado ligeramente la moral, y por ello se lo agradece en silencio a la "diablilla coja".
No me extraña que este capítulo hiciese explotar muchas cabezas en su momento, teniendo en cuenta cuando fue escrito. Con el inevitable "efecto Streisand" que llegó después, claro.
El siguiente capítulo es otro de los que tienen fama de ser jodidos de leer. En una semana os cuento.
Las canciones que las Híades han de entonar,
donde flamean los andrajos del Rey,
deben morir sin haberse escuchado
en la sombría Carcosa
donde flamean los andrajos del Rey,
deben morir sin haberse escuchado
en la sombría Carcosa
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