28-11-2016 16:12
Conclusión (de meri):
Es difícil dar una opinión “definitiva” sobre Final Fantasy XV, un juego de luces y de sombras cuya existencia parece ya de por sí un auténtico milagro y que ha sobrevivido al que seguramente es uno de los desarrollos más complicados en la historia de la compañía japonesa. La amalgama de ideas y la sensación de que el producto final es un delicado jarrón a base de piezas sueltas recogidas en esta década de desarrollo están ahí. El resultado final es bueno y relativamente armonioso, lo cual debe de ser un orgullo para Tabata y su equipo, pero ese gran mérito no quita algunos de los problemas más graves mencionados en el análisis.
Hay que insistir una vez más en que el problema no “romper la tradición” sino romperla para conseguir algo que a todas luces no es mejor. Pero más allá de las comparaciones con pasadas entregas de la saga, el juego tiene sus pecados propios (y sus aciertos) de los que responder. Se ha pasado de “innovador” en algunos momentos en los que no tenía que haberlo hecho, y ha pecado de conservador en otros. Momentos como los del episodio “Resident Evil/Metal Gear”, o los “combates especiales” empañan irremediablemente el conjunto del juego, así como la pobre naturaleza de las misioneso el aburrido sistema de progresión de personajes.
Afortunadamente nos queda la exquisita realización, el hecho de que el combate es entretenido en su simpleza, la maravillosa música, el calor que desprende la historia y los personajes, la atención al detalle en la realización del mundo -nunca se ha prestado tanta atención a la comida de un videojuegos como aquí-, la visita a Altissia y otros toques aquí y allá que hacen que el viaje nos resulte ameno, aunque nos frustren sus ausencias e imperfecciones. Si Final Fantasy XV era el juego que tenía que llevar a la saga a la “modernidad” no creemos que este sea el camino (aunque siempre podemos equivocarnos), pero si el objetivo era “salvar los muebles” y evitar tirar a la basura el trabajo realizado en esta última década, creemos que se ha quedado un título más que digno que a buen seguro tendrá un recibimiento desigual entre el aficionado y un lugar incierto en la historia de la saga. Podría haber sido mejor, podría haber sido mucho peor. Pero a fin de cuentas un juego con cosas que ofrecer mientras seguimos esperando a ese “salvador” de la saga que la devuelva a su época gloriosa 16/32 bits, si es que eso llega a suceder algún día.
Yo ahi leo cosas preocupantes, pero mis ganas de jugar siguen intactas.
Es difícil dar una opinión “definitiva” sobre Final Fantasy XV, un juego de luces y de sombras cuya existencia parece ya de por sí un auténtico milagro y que ha sobrevivido al que seguramente es uno de los desarrollos más complicados en la historia de la compañía japonesa. La amalgama de ideas y la sensación de que el producto final es un delicado jarrón a base de piezas sueltas recogidas en esta década de desarrollo están ahí. El resultado final es bueno y relativamente armonioso, lo cual debe de ser un orgullo para Tabata y su equipo, pero ese gran mérito no quita algunos de los problemas más graves mencionados en el análisis.
Hay que insistir una vez más en que el problema no “romper la tradición” sino romperla para conseguir algo que a todas luces no es mejor. Pero más allá de las comparaciones con pasadas entregas de la saga, el juego tiene sus pecados propios (y sus aciertos) de los que responder. Se ha pasado de “innovador” en algunos momentos en los que no tenía que haberlo hecho, y ha pecado de conservador en otros. Momentos como los del episodio “Resident Evil/Metal Gear”, o los “combates especiales” empañan irremediablemente el conjunto del juego, así como la pobre naturaleza de las misioneso el aburrido sistema de progresión de personajes.
Afortunadamente nos queda la exquisita realización, el hecho de que el combate es entretenido en su simpleza, la maravillosa música, el calor que desprende la historia y los personajes, la atención al detalle en la realización del mundo -nunca se ha prestado tanta atención a la comida de un videojuegos como aquí-, la visita a Altissia y otros toques aquí y allá que hacen que el viaje nos resulte ameno, aunque nos frustren sus ausencias e imperfecciones. Si Final Fantasy XV era el juego que tenía que llevar a la saga a la “modernidad” no creemos que este sea el camino (aunque siempre podemos equivocarnos), pero si el objetivo era “salvar los muebles” y evitar tirar a la basura el trabajo realizado en esta última década, creemos que se ha quedado un título más que digno que a buen seguro tendrá un recibimiento desigual entre el aficionado y un lugar incierto en la historia de la saga. Podría haber sido mejor, podría haber sido mucho peor. Pero a fin de cuentas un juego con cosas que ofrecer mientras seguimos esperando a ese “salvador” de la saga que la devuelva a su época gloriosa 16/32 bits, si es que eso llega a suceder algún día.
Yo ahi leo cosas preocupantes, pero mis ganas de jugar siguen intactas.