Con el paso del tiempo llegan los problemas y aumenta la tensión. La policía, seguramente sobornada por los gangsters, publica carteles por la zona acusando a Grace de ser una ladrona armada y peligrosa. A pesar de que pueden probar que no son más que mentiras, la desconfianza en Grace comienza a aumentar. Tom acuerda con ella que deberá trabajar el doble por los habitantes del pueblo y a cambio de menos dinero si quiere permanecer en Dogville además de seguir gustando a la gente. Grace dedica la mayor parte de su tiempo a hacer favores a los demás, a mejorar sus vidas con cosas que realmente no necesitaban, es buena y generosa con todos y cada uno de los habitantes de Dogville.

Pero ofrecer tanta amabilidad a la sociedad pasa factura. Con el tiempo, se creen que son los dueños de Grace, si ella no les satisface, la echan y ya se apañará con la policía y los gángsters. Se creen que están en su derecho de explotarla, cada vez más y más. Con el tiempo, el maltrato, la violencia física y sexual, no tardan en aparecer y lo peor es que los habitantes de Dogville piensan que sus acciones son justificables y que ellos se lo merecen.

El intento de huída de Grace es castigado severamente. Dogville no puede soportar que su presa se escape, que digan adiós a su sirvienta, que ya no tengan a quien humillar y a quien echarle las culpas de sus fracasos. Ahora que han encontrado a la persona idónea de quien aprovecharse y abusar, no la pueden dejar escapar. Grace solamente había cometido un delito: ofrecer su ayuda a los demás a cambio de hospitalidad. La comunidad de Dogville quería mostrar una imagen de generosidad y amabilidad, pero desde el primer momento se viene abajo al exigir trabajo a cambio de cortesía y simpatía, actitudes que realmente siempre estuvieron ausentes.