22-03-2018 16:45
Esta edición de la GDC ha sido especialmente movidita en una faceta inesperada: los derechos de los trabajadores. Al parecer una de las mesas redondas que organizó la conferencia, titulada Union Now? venía a cuestionar la necesidad cada vez más solicitada de sindicatos que sirvan para proteger a los empleados de una industria en la que la presión en las condiciones laborales ha aumentado en la misma proporción en que el sector ha seguido creciendo y expandiéndose, con más grandes estudios y más presupuestos disparatados año tras año. La movilidad forzada, el crunch, la inestabilidad profesional y el acoso laboral empiezan a ser temas recurrentes cuando se habla de la industria del videojuego, y la gente del ramo está empezando a organizarse para mejorar sus condiciones.
La International Game Developers Association lleva años haciendo declaraciones, por boca de su presidenta Jen MacLean, muy desfavorables a la idea de crear sindicatos. La más reciente es esta que recoge US Gamer: «No podemos pretender que existe una única causa de los despidos. Por ejemplo, si eres un estudio relativamente pequeño que despide a un equipo de empleados, lo más probable es que sea porque ya no puedes permitírtelos. Un sindicato no va a cambiar eso; solo el acceso a capitales puede cambiarlo».
De las discusiones durante las semanas previas a esa mesa redonda, auspiciada precisamente por MacLean, ha nacido Game Workers Unite, el más reciente esfuerzo por unir a los trabajadores de la industria en un sindicato que custodie sus derechos.
El primer tuit en la cuenta oficial de Game Workers Unite se produjo el pasado lunes durante la inauguración misma de la GDC 2018 y allí, y sobre todo en su web, se fue calentando el pasto de cara al debate del miércoles. A pesar del tacticismo auténticamente sindicalista de la organización, destapándose en un día estratégico y repartiendo folletos, chapas y pegatinas de marcado lenguaje combativo (y altamente críticos con la IGDA, incluyendo declaraciones de exmiembros del consejo sobre cómo se gestionan los asuntos allí) en el Moscone Center de San Francisco, su portavoz (se hace llamar Emma, ha pedido que su apellido no se haga público) afirma que el colectivo no busca confrontaciones ni enemistades con la IGDA. De hecho en una de las entrevistas que ha concedido estos días ha lamentado que la asociación se haya corporativizado tanto en los últimos años, convirtiéndose en una voz de los desarrolladores de la industria que de algún modo sigue estando controlada por sus jefes y defiende los intereses de las compañías. Asegura también que la idea de Game Workers Unite es hablar con IGDA, debatir sobre asuntos que preocupan y perjudican a los empleados y trabajar juntos para solucionar problemas y minimizar dificultades.
Aunque por ahora, según Emma, Game Workers Unite no tendría todavía la capacidad para funcionar como un sindicato, sí que están logrando que la influencia de su campaña sea de vocación internacional. No es algo que haya nacido en América y se esté extendiendo a otros lugares, sino que el mismo nacimiento de los movimientos sindicales de la industria está siendo tan internacional como lo es el propio sector. Un ejemplo significativo es la fundación reciente del Syndicat des Travailleurs et Travailleuses du Jeu Vidéo, el STJV, que empezó a funcionar a principios de febrero en Francia y que se encuentra en una posición parecida a la de GMW: en Francia ya existía el Syndicat des éditeurs de logiciels de loisir (SELL) y el Syndicat national du jeu vidéo (SNJV), pero ambos estaban monopolizados por multinacionales y priorizaban los intereses de las compañías, y el STJV en cambio funciona con los empleados como eje absoluto. Llevan desde hace un mes y medio, de hecho, apoyando la huelga de trabajadores de Eugen Systems.
La tendencia parece clara, y así lo señala uno de los presentes en la mesa redonda de la GDC: Steve Kaplan es el portavoz de la International Alliance of Theatrical Stage Employees, Moving Picture Technicians, Artists and Allied Crafts, la IATSE, que funciona desde hace más de un siglo y representa a cerca de 130.000 empleados, y no duda en afirmar que por la manera en que se presentó la charla, se trataba de un evento «anti-sindicatos». Multitud de asistentes denunciaron durante la charla casos de abuso concreto y generalizado, como el crunch obligatorio y planificado con bajas compensaciones, y Kaplan parece haber quedado sorprendido por la presencia de gente que realmente quiere iniciar algo en este sentido: «Lo que me llevo hoy de aquí es que esa gente que quieren ser activistas, que quieren ser representantes, existen», explica. «Y ese es el informe que voy a enviar a nuestra sede internacional».
No obstante, Kaplan cree que falta un último impulso para arrancar un auténtico movimiento sindicalista en la industria del videojuego, un estudio que sea el primero en lograrlo: «Tienen que entender todo lo que se puede conseguir, tienen que entender cuáles son los pasos para sindicarse. Deben decidir entre todos ellos con quién se van a posicionar o si van a crear su propia organización».
Muchos trabajadores del sector en estudios americanos coinciden en que la huelga organizada por el Gremio de Actores de Cine-Federación Americana de Artistas de Radio y Televisión (SAG-AFTRA) para mejorar las condiciones laborales de los actores y actrices de voz en videojuegos y que finalizó con éxito a finales de 2017 ha servido para que algunos se pregunten si su ramo también podría iniciar una lucha similar para acabar con algunas lacras de la profesión. La huelga de la SAG-AFTRA duró más de un año y la presión (cuyos costes económicos permanecen sin publicar por parte de las editoras) sirvió para lograr los objetivos del sindicato de actores de voz y también, parece, para inspirar a otros para interesarse en el activismo sindical.
Quizá Game Workers Unite no termine de cristalizar nunca como sindicato, pero tampoco parece ser ese su objetivo: la idea es estimular el activismo, la concienciación y las movilizaciones para que sean los propios trabajadores quienes formen sus sindicatos en un contexto difícil y en una industria históricamente ligada al liberalismo. La tendencia de los trabajadores a organizarse, eso sí, parece inminente.
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