Los arrepentidos padres de la muerte
#1
Cita
El agente naranja, el fusil de asalto AK-47, la bomba atómica o la dinamita son inventos que han dejado un reguero de muertos en los últimos dos siglos. Por ello sus inventores se fueron a la tumba lamentando sus creaciones

[Imagen: albert_7700_1.jpg]
Albert Einstein y Robert Oppenheimer intervinieron en la creación de la bomba atómica. (Deia)

INVERTIR en conocimientos produce siempre los mejores beneficiosÔÇØ. La cita de Benjamin Franklin, uno de los grandes inventores de la historia, quizás se quede un poco corta. Tal vez debería haber especificado si los beneficios a los que se refería eran económicos o de otra índole, porque en su propio gremio, el de los inventores, hay inversiones que han dejado un saldo trágico y macabro. Independientemente de que algunas creaciones hayan llenado o no los bolsillos de sus ideólogos, no son pocos los inventos que han servido para sembrar el mundo de muerte y destrucción. Los padres de algunos de estos ingenios han sucumbido al dolor de conciencia y no han dudado en expresar su arrepentimiento por las consecuencias de su trabajo. La dinamita, la bomba atómica, el fusil de asalto AK-47 o el agente naranja son ejemplos de inventos que con el tiempo han sido renegados por sus propios padres.

Alfred Nobel, durante su vida, amasó una gran fortuna gracias a la empresa Bofors, dedicada a la siderurgia de hierro y acero que transformó en un importante fabricante de armamento. Su mente inquieta le sirvió para patentar más de 350 inventos, muchos de ellos referentes a explosivos. Entre ellos, el más famoso fue la dinamita.

Pero si Nobel no sintió remordimientos al ver la colección de muertos que dejaban sus inventos, sí empezó a preocuparse en 1888, cuando tras la muerte de su hermano, un diario francés publicó por error su obituario bajo el titular El mercader de la muerte ha muerto. En su interior creció la pesadumbre por cómo sería recordado tras dejar este mundo, así que decidió emprender la mayor campaña de marketing de la historia. En 1895 redactó una última versión de su testamento en el que dejaba el 94% de sus activos para que se destinasen a crear unos premios para quienes realizaran anualmente ÔÇ£el mayor beneficio a la humanidadÔÇØ en los campos de la física, la medicina, la literatura, la química y la paz (en 1968 se creó el premio de ciencias económicas).

En 1900 se creó la Fundación Nobel, que se dedica a invertir y gestionar esa fortuna de manera que su rentabilidad se destina anualmente a financiar los premios. Nobel estaría satisfecho de las operaciones económicas que hoy en día se hacen con su firma, puesto que la Fundación Nobel, desde 1946, está exenta de impuestos en Suecia y, desde 1953, de impuestos de inversión en Estados Unidos. En 2007 sus activos alcanzaron los 560 millones de dólares.

La bomba nuclear
Albert Einstein no trabajó directamente en la fabricación de la bomba nuclear, pero él impulsó su creación con una carta al presidente norteamericano, Franklin D. Roosevelt, para que intentara adelantarse a los alemanes en esa misión. Años más tarde el padre de la Teoría General de la Relatividad condenó la utilización de las bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki.

En el Proyecto Manhattan trabajó un nutrido grupo de científicos. Algunos de ellos terminarían lamentando su creación. Un ejemplo de ello es Robert Oppenheimer. El físico estadounidense hizo público que, al contemplar en Nuevo México la primera detonación nuclear de la historia, recordó un verso hindú que decía: ÔÇ£Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundosÔÇØ.

Oppenheimer, a pesar de tener relación con el partido comunista en los años treinta, fue nombrado director científico del proyecto debido a sus grandes cualidades en diferentes campos. Cuando la bomba estuvo creada, el personal implicado en el proyecto hizo circular una petición en las instalaciones de Los Álamos y Oak Ridge, en las que habían trabajado, rogando que no se usara la bomba por parecerles inmoral e innecesaria. Oppenheimer se negó a firmar esta iniciativa, pero hizo que llegara a su superior.

Con el tiempo, el físico terminó acogiendo sentimientos de culpabilidad y lo dejó claro en un encuentro con el presidente Harry S. Truman, quien le preguntó cuánto tiempo tardarían los soviéticos en tener la bomba atómica. Oppenheimer respondió que no lo sabía y Truman quiso zanjar la discusión con una única palabra: ÔÇ£¡Nunca!ÔÇØ. El científico, dolido por las formas, explicó que sentía tener las manos manchadas de sangre. A partir de entonces Oppenheimer sintió el acoso de las agencías de inteligencia norteamericanas, que no pararon hasta conseguir una auditoría en la que sacaron a relucir sus escarceos con el comunismo y en la que le retiraron sus credenciales de seguridad.


El fusil de las revoluciones
El fusil AK-47 no es tan letal como la bomba atómica, pero acumula en su currículo más muertes que las dos detonaciones de la bomba H juntas. Su creador, Mijaíl Kaláshnikov, fue enviado en 1951 a Leningrado para mejorar los tanques del Ejército Rojo. Allí fue herido en un brazo por una explosión y, mientras estaba interno en un hospital, comenzó a diseñar un fusil que solucionara las quejas de sus compañeros sobre las armas soviéticas.

Desde 1942 trabajó en unos diseños que terminaron cogiendo forma en 1947 con la presentación del Avtomat Kaláshnikov, más conocido como AK-47. El gran avance de esta nueva arma está en su sistema de recarga, que utiliza la fuerza de los gases de combustión de cada disparo para facilitar la colocación del siguiente cartucho en la recámara. Esto convertía al AK-47 en un fusil de gran fiabilidad, que sigue disparando a pesar de ser cubierto de barro o sumergido en el agua. Es un fusil corto, muy manejable que, en comparación con sus antecesores, es mucho menos propenso a encasquillarse.

Nada más inventarse se convirtió en el fusil oficial del Ejército Rojo, así como de los ejércitos de los países del Pacto de Varsovia. Más tarde, el ejército chino lo utilizó en la Guerra de Corea y el ejército de Vietnam del Norte en su contienda contra los Estados Unidos. Precisamente, los países de Occidente no consiguieron hacerse con un ejemplar del AK-47 hasta esta guerra. Fueron muchos los soldados norteamericanos que abandonaron sus fusiles en la jungla y los cambiaron por el de los enemigos abatidos, más manejables en la selva.

ÔÇ£Inventé este fusil de asalto para defender a mi país. Hoy en día estoy orgulloso de que para muchos signifique un sinónimo de libertadÔÇØ, dijo Kaláshnikov tras constatar que su arma es el arma oficial de los ejércitos de 55 países e incluso aparece en los escudos y banderas de alguno de ellos. Se estima que hay 80 millones de unidades manufacturadas y sus variantes son vendidas en el mercado ilegal como churros.

Pero los remordimientos llegaron al inventor a meses de su muerte. Tras haber recibido todos los honores posibles en Rusia, en 2013 escribió una carta a Cirilo I, el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa, para expresarle su pesar por las muertes causadas: ÔÇ£Mi dolor espiritual es insoportable. Tengo la misma pregunta sin resolver: ¿Si mi rifle se llevó la vida de las personas, entonces puede ser que yo sea culpable por las muertes de esas personas, aunque fueran enemigos?ÔÇØ.


La carta, que fue reproducida por los medios rusos después de la muerte del propio Kaláshnikov en diciembre de ese año, estaba escrita de su puño y letra y en ella se describía como ÔÇ£un siervo de DiosÔÇØ, pese a que había pisado una iglesia por primera vez a los 91 años. La respuesta del líder de la Iglesia quiso calmar los remordimientos del militar: ÔÇ£La Iglesia tiene una posición muy definida: cuando las armas sirven para proteger a la patria, la Iglesia apoya tanto a sus creadores como a los soldados que la utilizanÔÇØ. No se sabe si aquellas palabras limpiaron la conciencia de Mijaíl Kaláshnikov que, por cierto, no patentó su invento y no vio un duro por él.

El agente naranja
El caso de Arthur Galston es algo diferente al de todos los anteriores puesto que nunca pensó que estaba creando algo que podría ser utilizado como arma. Este botánico y especialista en bioética centró sus esfuerzos en buscar un producto químico que hiciese florecer y dar fruto antes a las plantas de soja. Su tesis concluyó con la creación del ácido triyodobenzoico, una sustancia que, en concentraciones más altas, también tenía la cualidad de deshojar la soja.

Pero lo que nunca imaginó Galston es que su invento sería uno de los dos componentes que los ejércitos de Gran Bretaña y Estados Unidos utilizaron en diferentes guerras para despejar las junglas en las que se desarrollaban las batallas. El agente naranja, bautizado así por las rayas de ese color que tenían los barriles en los que se almacenaba, fue de uso habitual en la guerra de Vietnam. Se vertieron 80 millones de litros de este producto en un periodo de tiempo de 10 años, tanto sobre este país como en zonas de Camboya y de Laos. El problema llegó cuando Arthur Galston demostró que el agente naranja era altamente tóxico para las personas. El biólogo presionó para que se dejase de utilizar y en 1971 Richard Nixon prohibió su uso.

La desfoliación de zonas rurales hizo que miles de campesinos tuviesen que huir a las ciudades dominadas por los Estados Unidos, pero lo más grave fueron las enfermedades y malformaciones que causó la sustancia. Las autoridades vietnamitas estiman que dos millones de personas fueron afectadas, 400.000 fueron asesinadas o mutiladas y medio millón de niños nacieron con defectos físicos. El gobierno de Estados Unidos arrancó en 2012 programas de limpieza de terreno afectados. Aunque no sirva para aliviar la conciencia de Arthur Galston, que falleció en 2008, mejor tarde que nunca.

Fuente
[Imagen: lqk2Ln1.jpg]
#2
Cita
Hostias impresionante, y aunque conocía los 3 casos, como están aquí explicados impresiona mas, especialmente el del Agente Naranja, hay imágenes por ahí de niños con malformaciónes que son atroces.

Muy buen hilo
(Ultima edición: 11-01-2016 12:30 por Revoc.)


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