Little Party: la angustiosa aventura de tener una hija adolescente
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Cita
[Imagen: littprty-02.jpg]

Gracias al estallido indie sin complejos, al avance en el debate sobre los asuntos sociales tangenciales al videojuego y sobre todo al uso del medio como forma de expresión y no solo de entretenimiento, en los últimos años hemos tenido en las manos proyectos que hace una década era prácticamente impensables. Juegos que apelaban a la empatía en lugar de la diversión, que buscaban hacernos reflexionar en lugar de mantenernos enganchados o que daban un visión del mundo real que se hacía entender mejor a través de la interactividad. No tengo claro si┬áLittle Party┬áes un paso más en este camino hacia la globalidad temática o solamente un juego que parte de un first world problem muy de familia blanca americana, pero desde luego su premisa no se puede decir que no sea original.

En Little Party una adolescente organiza una fiesta en casa con sus amigos. Pero esta no es nuestra fiesta ni es nuestro momento para divertimos. Encarnamos a la madre de la niña, una señora de mediana edad y las primeras arrugas en el rostro que tiene una misión nada fácil: vigilar a su hija y sus amigos para que la fiesta no se les vaya de las manos y acaben haciendo algo peligroso, y al mismo tiempo estar completamente desaparecida y que la niña no note nuestra presencia con tal de no estropearle este evento social tan importante para ella.

Sus creadores,┬áIan Endsley┬áy┬áCarter Lodwick, no esconden su intención de que en Little Party no haya prácticamente nada de acción, que en lo visual sea un juego agradable pero muy simplista y que la protagonista se mueva con lentitud. Esa es posiblemente la faceta más importante del juego, paralela a la vigilancia y la interacción cuidadosa: como dice Luca Colosso, no solo eres una "vieja" sino que tampoco eres bienvenida a tu propia casa. Es una de esas sensaciones que los padres suelen experimentar durante el a menudo tumultuoso crecimiento de sus hijos, la revolución hormonal, la búsqueda de la identidad y todas esas cosas. El resultado suele repetirse con mayor o menor intensidad en todos los hogares: la relación siempre se resiente durante una época y los padres deben soportar otra carga más para su autoestima además de la decadencia del cuerpo.

Quizá lo más curioso del asunto es que en realidad la fiesta no es un desmadre de alcohol, drogas o vandalismo aleatorio: la niña tiene talento para la música, un pintor, un aspirante a cineasta... Todos tienen en común su potencial en el arte, y la fiesta es una seguidilla de actuaciones y despliegues de talento entusiasta a la que cualquier observador le encantaría acercarse e impregnarse en la brillantez de aquellos genios precoces. Y sin embargo, la madre es rechaza y expulsada cada vez que se aproxima, sin importar lo justificada o apropiada esa aproximación. Tú no pintas nada aquí, tu momento ya pasó.

Lo que parece casi imposible de llevar a un juego es algo que Little Party intenta con mucha convicción: alcanzar esa mezcla de melancolía y felicidad que una madre experimenta cuando se enorgullece de su hija. Mientras nos ocupamos de hacer nuestras tareas (seguir abasteciendo a los invitados de comida, pasear al perro, aguantar el sueño...) hacemos intentos por interactuar de alguna manera con los jóvenes, de mostrar interés genuino en lo que hacen y la energía que desprenden, y el juego se empeña con buenos resultados en hacernos tomar la perspectiva de la madre. Ese orgullo y esa tristeza se mezclan y cristalizan, con más impacto que en ninguna otra faceta, en las dos funciones de teclas que nos ofrece la fiesta: Involucrarnos y Mirar al suelo.

Little Party se puede descargar┬áaquí┬ápara Windows y Mac al precio que quieras.

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