Cene hoy y pague mañana
#1
Cita
Cene hoy y pague mañana

El dinero de plástico nació porque el 'metre' de un restaurante de Nueva York aceptó como pagaré una simple tarjeta de visita


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Póngase en situación. Está cenando en uno de los mejores restaurantes de Nueva York. En el MajorÔÇÖs Cabin Grill, para ser más exactos, casi en el cruce entre la Quinta Avenida con la calle 33, muy cerquita del Empire State Building. Es usted banquero. Y no uno de infantería. Es propietario y presidente del Hamilton Credit Corporation. Vamos, que está podrido de dinero y le gusta demostrarlo. Por eso ejerce de hombre generoso e invita siempre al resto de comensales, aunque éstos sean tan ricos o más que usted. Es cuestión de imagen. Demuestra de poderío. Pero llega el día en que no tiene con qué hacerlo. Tranquilo, es lago puntual. Sólo se ha dejado la cartera en casa, pero le resulta tremendamente embarazoso.

En tal delicado brete para su orgullo se encontró Frank McNamara una noche cualquiera de 1949. Junto a él, esperando que abonase la cuenta, estaban su abogado, Ralph Schneider, su amigo Alfred Bloomingdale -nieto del fundador de los famosos grandes almacenes- y Matty Simmons, presidente de la Twenty First Century Communications, ahora 21st Century Fox. Cualquiera de ellos podía haberse hecho cargo de la factura, pero McNamara no lo consentiría. Llegó incluso a plantearse llamar a su mujer y hacerla presentarse en el restaurante con la cartera. Pero el cachondeo iba a ser aún más humillante que dejarse invitar.

Acorralado, se le ocurrió negociar con el metre una solución mucho mejor; le dejaría una tarjeta de visita con la cantidad debida escrita en el dorso junto a su firma. Cualquiera que se presentara en su entidad bancaria con aquel improvisado pagaré recibiría el dinero sin el menor problema. Que para eso era un caballero... y dueño del chiringuito. Sin saberlo, aquel confiado metre estaba propiciando toda revolución dentro del sistema financiero. ┬½Cene hoy, y pague mañana, señor┬╗.

Cobrar intereses

La idea llegó en el momento justo y ante el auditorio justo. En aquella misma cena Frank McNamara había contado el caso de un cliente de la Hamilton Credit Corporation que prácticamente de la noche a la mañana había dejado de ser un ejemplar modelo de solvencia a estar completamente endeudado por compras que ni siquiera había hecho él. El hombre era titular de tarjetas de fidelización de varios establecimientos y había tenido la ocurrencia de prestárselas a amigos y conocidos que en esos momentos no podían hacer frente a determinadas compras. A cambio, después recibiría de éstos el importe de la operación más un interés. Un negocio redondo... Si te devuelven el dinero. Y a él no se lo habían devuelto, pero eso a los establecimientos donde se habían presentado las tarjetas a su nombre no les importaba. El titular de las tarjetas, y por tanto de las deudas, era él. ┬½Eso le pasa por jugar a aprendiz de banquero. Hay que ser un profesional para poder sacar provecho de las necesidades de los demás┬╗, rieron.

Aquel chascarrillo unido ahora a su repentinamente endeudada firma al dorso de una sencilla tarjeta de visita cobraba otra dimensión. ¿Y si creaban un tarjeta personalizada que sirviera para pagar a crédito en cualquier comercio?
En realidad, sólo suponía ir un poco más allá del paso dado en 1914 por la Western Union. Aquel año, la empresa pionera en el negocio de la telegrafía, que había creado un sistema de transferencia de dinero, puso a disposición de sus mejores clientes una tarjeta que les permitía retrasar el pago. Con los años, aquella idea se fue consolidando como una buena herramienta para atraer compradores y fidelizarlos, por lo que, ya casi en los cincuenta, raro era el comercio de cierto tamaño que no disponía de su propia tarjeta y algunos incluso cobraban ya un interés por su uso.

Pero hasta entonces no había ninguna que sirviera para cualquier establecimiento. Cada cual exigía mostrar su propia tarjetita. Y ahí es donde ellos podían hacer negocio. Sólo tenían que establecer una red de comercios suscritos a un mismo sistema de pago y ofrecerse como intermediarios. Yo te adelanto lo gastado por el portador de esta tarjeta a cambio de una comisión por la transacción. A ese ingreso además le añadirían la comisión por mantenimiento -establecida en tres dólares anuales al principio- que pedirían a los titulares, a quienes ofrecían aplazar el pago de la compra hasta final de mes sin desembolsar intereses. Ellos, DinersÔÇÖ Club (literalmente, club de cenadores) acababan de inventar el dinero de plástico. O de cartón, más bien.

Pese a sus principios casi anecdóticos en los que sólo había catorce establecimientos adheridos -y, debido al nombre de la tarjeta, todos restaurantes- y en los que los únicos neoyorquinos convencidos de que manejar dinero ya no resultaba elegante eran amigos o familiares de los fundadores, la DinersÔÇÖ enseguida tuvo competencia. Ya en 1951 el Franklin National Bank de Long Island (Nueva York) copió la estrategia y lanzó su propio sistema de pago y sólo siete años después un grupo de bancos se asoció para crear una tarjeta común a todos ellos, la American Express.

Fuente: elcorreo.com
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#2
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Como siempre, estas cosas suelen salir de cosas que en un principio simplemente son una curiosa anécdota que contar X-D
#3
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Es curioso como en algunos paises te dejan pagar todo en cuotas. Solo lo he visto en chile pero te permiten pagar en cuotas desde la compra hasta la cena en el restaurante o la copa de la discoteca.
¿juego de tronos? NO!! Age of Empires II
http://www.33bits.es/foro/index.php?topic=7539.0

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