07-02-2017 13:06
Anoche vi Negociador, y no, no me refiero a la de Samuel L. Jackson y Kevin Spacey, la cual me gusta mucho, sino a la película de Borja Cobeaga, que también me ha gustado.
Se ambienta en los contactos que hubo entre el gobierno y ETA en torno a 2006 para la posibilidad de sentarse a hablar y palpar las posibles opciones de establecer un proceso de paz. Digo se ambienta porque en ningún momento busca una representación fidedigna, estamos ante una interpretación absolutamente libre por la que se mueve esta comedia negra o dramática. Y es en concreto este toque de comedia en medio de un asunto a priori tan delicado lo que me llamó la atención por ver cómo funcionaría o cómo se desenvolvería, sobre todo viendo que todas las veces que se ha tocado el tema etarra ha sido desde el drama y el thriller, que es lo que más se presta. Aunque hay que aclarar que no estamos ante una comedia al uso repleta de gags, sino que esta película tiene un tono más serio y apagado que de vez en cuando relaja tensiones con algunos toques de humor. Sólo Carlos Areces aparece más pasado de rosca que el resto de personajes, que están más comedidos.
Tampoco se centra en los aspectos políticos ni en los detalles de los acuerdos o diálogos tratados entre ambas partes. En ningún momento busca ese detallismo. Gira más bien en torno al factor humano que desprende sobre todo el personaje que interpreta Ramón Barea como representante del gobierno, que está muy bien. Destaca la soledad, el temor a meter la pata, la importancia de medir las palabras e intentar caer bien para que todo llegue a buen puerto, los eufemismos que usamos en ocasiones en interés propio, y algunos silencios incómodos bien usados.
Dura una hora y veinte minutos que se me han pasado volando.
Se ambienta en los contactos que hubo entre el gobierno y ETA en torno a 2006 para la posibilidad de sentarse a hablar y palpar las posibles opciones de establecer un proceso de paz. Digo se ambienta porque en ningún momento busca una representación fidedigna, estamos ante una interpretación absolutamente libre por la que se mueve esta comedia negra o dramática. Y es en concreto este toque de comedia en medio de un asunto a priori tan delicado lo que me llamó la atención por ver cómo funcionaría o cómo se desenvolvería, sobre todo viendo que todas las veces que se ha tocado el tema etarra ha sido desde el drama y el thriller, que es lo que más se presta. Aunque hay que aclarar que no estamos ante una comedia al uso repleta de gags, sino que esta película tiene un tono más serio y apagado que de vez en cuando relaja tensiones con algunos toques de humor. Sólo Carlos Areces aparece más pasado de rosca que el resto de personajes, que están más comedidos.
Tampoco se centra en los aspectos políticos ni en los detalles de los acuerdos o diálogos tratados entre ambas partes. En ningún momento busca ese detallismo. Gira más bien en torno al factor humano que desprende sobre todo el personaje que interpreta Ramón Barea como representante del gobierno, que está muy bien. Destaca la soledad, el temor a meter la pata, la importancia de medir las palabras e intentar caer bien para que todo llegue a buen puerto, los eufemismos que usamos en ocasiones en interés propio, y algunos silencios incómodos bien usados.
Dura una hora y veinte minutos que se me han pasado volando.