31-01-2015 10:23
Tiene gracia que, con el tema del feminismo y lo políticamente correcto, podamos acabar cayendo en el otro extremo, el miedo al "qué dirán" si le compras una cocinita a una niña. No, no, mejor un taller, no vayan a pensar los vecinos que soy un machista retrógrado...
No lo digo como crítica a ti, Corona, sino como pensamiento en general.
Y ahora, para los juntacadáveres del internet, aclaro que yo no tengo problemas con esas cosas, pero hay que tener cuidado con no tener complejos en ninguna de las dos direcciones.
Cuando era muy pequeño, mi sobrino pasaba muchos días en casa de mi madre (su abuela) y tenía entre sus juguetes un muñeco tipo bebé de esos clásicos, al que daba el biberón y cambiaba los pañales, y un set de escoba y recogedor con el que ayudaba a mi madre a limpiar la cocina. A su padre, que es más de la antigua escuela, le pareció mal y le quitó esos juguetes. A mí me molestó el gesto, pero oye, preferí no meterme por evitar malos rollos. Ahora, escribiendo esto, recuerdo también un día en el que le llamó la atención el esmalte de uñas de mi madre, así que ella le enseñó lo que era pintarse las uñas, y acabamos los dos, mi sobrino y yo, con las uñas rosas. A mí me pareció divertido, pero de nuevo a su padre le sentó mal...
Dicho esto, no creo que haya que disculparse por comprarle una cocinita a una niña. Ni un extremo ni el otro.
No lo digo como crítica a ti, Corona, sino como pensamiento en general.
Y ahora, para los juntacadáveres del internet, aclaro que yo no tengo problemas con esas cosas, pero hay que tener cuidado con no tener complejos en ninguna de las dos direcciones.
Cuando era muy pequeño, mi sobrino pasaba muchos días en casa de mi madre (su abuela) y tenía entre sus juguetes un muñeco tipo bebé de esos clásicos, al que daba el biberón y cambiaba los pañales, y un set de escoba y recogedor con el que ayudaba a mi madre a limpiar la cocina. A su padre, que es más de la antigua escuela, le pareció mal y le quitó esos juguetes. A mí me molestó el gesto, pero oye, preferí no meterme por evitar malos rollos. Ahora, escribiendo esto, recuerdo también un día en el que le llamó la atención el esmalte de uñas de mi madre, así que ella le enseñó lo que era pintarse las uñas, y acabamos los dos, mi sobrino y yo, con las uñas rosas. A mí me pareció divertido, pero de nuevo a su padre le sentó mal...
Dicho esto, no creo que haya que disculparse por comprarle una cocinita a una niña. Ni un extremo ni el otro.