26-12-2013 21:48
Como veo que aquí tienen cabida tanto temas escatológicos como relacionados con echar la primera papilla, vengo a contar una anécdota que reúne un poco de cada.
A principios del verano de 2011 fuimos a celebrar el 18 cumpleaños de un colega del grupo. Como tenía una casa en Sitges, la ciudad de la fiesta nocturna y centro de reunión homosexual por excelencia en Cataluña, la idea fue ir allí a pasar la noche. La mayoría aún teníamos 17, así que viendo que a la mitad no nos dejaban entrar en locales se decidió dejar de intentarlo e ir a pillar una buena turca por ahí. Al final quedamos unos 8 o 9, y a altas horas de la madrugada nos fuimos a casa de este amigo a dormir la mona.
Entre otras muchas anécdotas que tuvieron lugar, hay una especialmente asquerosa. Había un sofá cama del que los tres más rápidos -a parte de los que pillaron camas- entre los que me incluyo (y teniendo en cuenta cómo de rápido se puede ir yendo hasta las cejas de alcohol) nos habíamos apoderado. Después de un buen rato, cuando todos parecían dormir silenciosamente en el suelo y entre cojines mal puestos, me desperté y noté la necesidad de ir a evacuar todo el líquido que había entrado en mi sistema. Fui lo más sigiloso posible (o eso me hizo creer la borrachera que llevaba), pero aún así al volver uno de los que estaban en el suelo se había apoderado de mi precioso nido de confort. Tras un rato intentando dormir en el suelo con medio cojín, me cabreé y le eché de mi anterior sitio. Le vi irse al lavabo, y me dormí.
Al cabo de un buen rato, volví a despertarme. Me fijé en que el tío no había aparecido por el salón, y como no había muchas habitaciones y las que había estaban cerradas supuse que seguiría en el baño. Pues medio preocupado me dirijí a ver si le había ocurrido algo, y me lo encontré arrodillado y medio dormido con la cabeza metida en el váter, que estaba todo potado y meado, puesto que mi -fallida- estrategia de sigilo no incluía tirar de la cadena al terminar. Parecía aquello el final de una escena cualquiera de Kill Bill, solo que en vez de sangre había vómito. No hace falta decir que ante tal espectáculo todo lo que hice fue hacerme el sueco y volver a dormir.
A principios del verano de 2011 fuimos a celebrar el 18 cumpleaños de un colega del grupo. Como tenía una casa en Sitges, la ciudad de la fiesta nocturna y centro de reunión homosexual por excelencia en Cataluña, la idea fue ir allí a pasar la noche. La mayoría aún teníamos 17, así que viendo que a la mitad no nos dejaban entrar en locales se decidió dejar de intentarlo e ir a pillar una buena turca por ahí. Al final quedamos unos 8 o 9, y a altas horas de la madrugada nos fuimos a casa de este amigo a dormir la mona.
Entre otras muchas anécdotas que tuvieron lugar, hay una especialmente asquerosa. Había un sofá cama del que los tres más rápidos -a parte de los que pillaron camas- entre los que me incluyo (y teniendo en cuenta cómo de rápido se puede ir yendo hasta las cejas de alcohol) nos habíamos apoderado. Después de un buen rato, cuando todos parecían dormir silenciosamente en el suelo y entre cojines mal puestos, me desperté y noté la necesidad de ir a evacuar todo el líquido que había entrado en mi sistema. Fui lo más sigiloso posible (o eso me hizo creer la borrachera que llevaba), pero aún así al volver uno de los que estaban en el suelo se había apoderado de mi precioso nido de confort. Tras un rato intentando dormir en el suelo con medio cojín, me cabreé y le eché de mi anterior sitio. Le vi irse al lavabo, y me dormí.
Al cabo de un buen rato, volví a despertarme. Me fijé en que el tío no había aparecido por el salón, y como no había muchas habitaciones y las que había estaban cerradas supuse que seguiría en el baño. Pues medio preocupado me dirijí a ver si le había ocurrido algo, y me lo encontré arrodillado y medio dormido con la cabeza metida en el váter, que estaba todo potado y meado, puesto que mi -fallida- estrategia de sigilo no incluía tirar de la cadena al terminar. Parecía aquello el final de una escena cualquiera de Kill Bill, solo que en vez de sangre había vómito. No hace falta decir que ante tal espectáculo todo lo que hice fue hacerme el sueco y volver a dormir.