Anteayer terminé Outer Wilds, y es, opinablemente claro está, lo mejor de 2019. Hay mucho de lo que hablar de Outer Wilds, de sus inspiraciones y de sus decisiones de diseño, de su mundo y de su mensaje, y a estas horas de la noche me cuesta ponerlo todo en el orden que merecen, pero voy a intentar dar unas pinceladas de todo ello tratando de ser breve.



Outer Wilds es un juego precioso, con un corazón que no le cabe en el pecho. Su inicio encuadra el tono desde el primer segundo: siendo un juego de exploración espacial, lo primero que vemos es una hoguera ubicada en un pueblo rústico habitado por gente que, pese a sus limitaciones tecnológicas, han conseguido su sueño: explorar el espacio. Esta sensación de familiaridad, de cercanía, de hogar, no hace más que acrecentarse cuando al poco tiempo de jugar te das cuenta del recurso temático que supone la música que tocan los astronautas, cada uno con un instrumento sencillo, cada uno en un lugar distinto del sistema solar, y que al juntar sus señales de radio crea una melodía que te acompañará a todos los sitios. Música "folk" en un juego de astronautas! No tiene sentido! La yuxtaposición entre lo sencillo y lo inalcanzable marca el tono, y un vistazo a la nave lo termina confirmando: que ese montón de chatarra y madera pueda salir de la atmósfera es todo un milagro. Este tono permea cada rincón del juego y acaba teniendo una importancia mayor de lo esperado.

De todas formas, a pesar de ser un juego con tan buen corazón y aparentemente falto de violencia, la cosa más terrible ocurre cada 22 minutos - el sol se convierte en supernova y  explota, arrasándolo todo y reiniciando el bucle. Nuestra exploración nos llevará a investigar el rastro y la cultura de una civilización antigua desaparecida que habitaba el sistema solar antes que nosotros, pero 22 minutos pasan rápido y hay que centrarse cada vez en algo en concreto para poder dar con alguna pista con la que planear tu siguiente viaje. Hay en este bucle general una decisión de diseño acertadísima: no hay temporizador ni ninguna otra forma automática de conocer cuánto tiempo llevamos o cuánto queda, otorgando a cada segundo que pasa de una importancia sustancial - nunca estás realmente seguro de cuando puede llegar el final y cada momento puede ser el último, creando una sensación de urgencia que te empuja a maximizar tu tiempo en cada bucle.

Por otra parte, la exploración del mundo funciona no sólo porque las migas de pan que hay dispersas por el sistema solar te van guiando magistralmente hacia nueva información, sino porque el mundo es coherente consigo mismo de una forma que no recuerdo desde The Witness, y esto no es casualidad - como en The Witness, gran parte de su belleza como videojuego radica en que desde el primer segundo tienes todas las herramientas para completarlo a tu disposición, sin embargo tú como jugador no sabes cómo usarlas, y es para lo que el juego te va preparando. Aún así, Outer Wilds no es un juego de puzzles al uso, y aunque es evidentemente un juego de exploración, el motor que empuja al juego es la labor detectivesca en la que nos atrapa. Cada planeta, cada mensaje, cada piedra, cada detalle está creado bajo un contexto lógico sobre el que nuestro cerebro puede reconstruir información sin recibirla explícitamente, como en una labor arqueológica, funcionando como un pegamento imprescindible en cada revelación explícita que descubramos. Y oh, qué revelaciones - quizás no sea un juego de puzzles al uso, pero construir la historia en tu cabeza (Obra Dinn! Heaven's Vault! Her Story!) puede generar momentos eureka mejores que cualquier solución lógica a un rompecabezas. Y, al igual que esos juegos, el cómo y cuándo entrelazamos esa historia depende de nosotros, haciendo de la experiencia algo personal e intransferible.

Es muy complicado seguir hablando de Outer Wilds sin despojar al que lo lee de la oportunidad de descubrir sus entresijos más pequeños, por lo que creo que lo voy a dejar casi aquí. Digo casi porque hay un detalle muy significativo que ocurre al final. No lo voy a contar, pero me cuesta recordar un final tan bonito en un videojuego. Es un final atípico, puro en su intención y de nuevo coherente consigo mismo, que me hizo reflexionar sobre qué somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Quizás inevitablemente busquemos siempre las respuestas en el cielo, pero es posible que éstas se encuentren en la tierra, más cerca de lo que creemos.

Aaaaaaaaaaah título poderoso y quasi-polémico <va a llegar en nada o más uno de la capital que yo me sé >, pero nunca sobrará decirte lo mucho que me gusta leerte. Me temo que juego a casi nada de lo que comentas con más pasión, y cuando puedo hacerlo (como al Witness) no tengo tu capacidad analítica y descriptiva, pero mientras paguemos el servidor, nunca te prives de expresarte por aquí

Y claro, que una vez más, el juego parece bastante interesante.

Era uno de mis fijos a pesar de ser espacial, y resulta que ya no sé ni cuando salía ni nada. Me perderé también The Sinking City. Es todo muy penoso pero es lo que hay.

Me alegra que haya salido un buen juego, espacial, pero buen juego.

Yo lo jugué media horita con el game pass y la verdad que no me enganchó nada de nada, asi que borrado 

Me pasa siempre que leo el título y lo confundo con el The outer worlds, y como este tiene mucho hype por ser lo nuevo de obsidian automaticamente me creo que el outer wilds es peor

Habrá que echarle un vistazo, parece el tipo de juego que me mola

(19-06-2019 13:32)sonicsaiyan escribió:Me pasa siempre que leo el título y lo confundo con el The outer worlds, y como este tiene mucho hype por ser lo nuevo de obsidian automaticamente me creo que el outer wilds es peor

Habrá que echarle un vistazo, parece el tipo de juego que me mola

Gracias Juapa. Por tu comentario ahora sé que me he equivocado de juego. El que yo hablaba era el tuyo, el Outer Wilds no sabía qué era y viendo un video yo lo meto en mi cajón de mojones pero grandes.