17-04-2016 17:43
Los desarrolladores que no querían ser esclavos
Y el esclavista que no lo entiende
Y el esclavista que no lo entiende
Leo, no sin gran estupor, las palabras de un desarrollador veterano con respecto a un tema que toca de manera especialmente sensible al gremio de desarrolladores de videojuegos. No quiero decir que sea un asunto que no afecte a otras muchas profesiones (porque lo hace), pero centrémonos en el entorno en el que sucede y después hagamos el ejercicio interno de extrapolarlo a cualquier otra profesión que se vea en una situación similar.
Si no conocías a Alex St. John, no seré yo quien le dé más bombo del necesario. Pero dejémoslo en que se trata de un veterano dentro de la industria. Alguien a quien muchos apodaríamos sin ninguna vergüenza como un dinosaurio de su profesión; y habría que pedirle una honesta disculpa a los extintos colosos: porque no merecen ser comparados con un indigente intelectual de este tamaño.
Para ponerse en situación: el desarrollo de videojuegos es una de esas muchas profesiones que están surgiendo con las nuevas tecnologías. Se trata de una profesión nueva; de un gremio recién nacido. Es un grupo que aún tiene que luchar por sus derechos, por sus condiciones laborales y por asentarse dentro del despiadado mundillo empresarial, donde el pensamiento de la revolución industrial y las incontables horas de trabajo siguen imperando en más sitios de los que nos gustaría.
No son pocos los desarrolladores que han alzado su voz, desdibujando la ÔÇ£envidiable profesiónÔÇØ de desarrollador con contundentes cucharadas de realidad. A pesar de que desde fuera muchos aún estén deseando verlo como un ÔÇ£arteÔÇØ suele ocurrir que cuando trabajas en algo te das cuenta de que el arte termina donde empiezan las obligaciones, el seguimiento de planes comerciales, las fechas salvajes y los márgenes de tiempo ridículos. Sin hablar de tener que presenciar cómo despiden al compañero que se sentaba a tu lado, o cómo de la noche a la mañana te reasignan a algo mucho menos interesante, arte ¿verdad? Cuando dejas de ver a tu familia, o te pierdes el cumpleaños de tu hijo/a. Cuando el trabajo domina tu vida, y la oficina se convierte en una jaula. Cuando eso ocurre ¿podemos sentirnos orgullosos de ello? ¿Es el trabajo al que desearíamos aspirar? Obviamente no.
Poco a poco los desarrolladores van uniendo sus fuerzas, alzando la voz y comenzando una larga y ardua batalla con el único objetivo de obtener aquello a lo que tienen derecho: unas condiciones de trabajo dignas. Un derecho básico y fundamental del que muchos profesionales no tienen el placer de ÔÇ£disfrutarÔÇ£.
Si no conocías a Alex St. John, no seré yo quien le dé más bombo del necesario. Pero dejémoslo en que se trata de un veterano dentro de la industria. Alguien a quien muchos apodaríamos sin ninguna vergüenza como un dinosaurio de su profesión; y habría que pedirle una honesta disculpa a los extintos colosos: porque no merecen ser comparados con un indigente intelectual de este tamaño.
Para ponerse en situación: el desarrollo de videojuegos es una de esas muchas profesiones que están surgiendo con las nuevas tecnologías. Se trata de una profesión nueva; de un gremio recién nacido. Es un grupo que aún tiene que luchar por sus derechos, por sus condiciones laborales y por asentarse dentro del despiadado mundillo empresarial, donde el pensamiento de la revolución industrial y las incontables horas de trabajo siguen imperando en más sitios de los que nos gustaría.
No son pocos los desarrolladores que han alzado su voz, desdibujando la ÔÇ£envidiable profesiónÔÇØ de desarrollador con contundentes cucharadas de realidad. A pesar de que desde fuera muchos aún estén deseando verlo como un ÔÇ£arteÔÇØ suele ocurrir que cuando trabajas en algo te das cuenta de que el arte termina donde empiezan las obligaciones, el seguimiento de planes comerciales, las fechas salvajes y los márgenes de tiempo ridículos. Sin hablar de tener que presenciar cómo despiden al compañero que se sentaba a tu lado, o cómo de la noche a la mañana te reasignan a algo mucho menos interesante, arte ¿verdad? Cuando dejas de ver a tu familia, o te pierdes el cumpleaños de tu hijo/a. Cuando el trabajo domina tu vida, y la oficina se convierte en una jaula. Cuando eso ocurre ¿podemos sentirnos orgullosos de ello? ¿Es el trabajo al que desearíamos aspirar? Obviamente no.
Poco a poco los desarrolladores van uniendo sus fuerzas, alzando la voz y comenzando una larga y ardua batalla con el único objetivo de obtener aquello a lo que tienen derecho: unas condiciones de trabajo dignas. Un derecho básico y fundamental del que muchos profesionales no tienen el placer de ÔÇ£disfrutarÔÇ£.
Este desagradable personaje ha tenido el placer de escribir un artículo que ya se perfila como firme candidato a peor artículo de la década. En sus renglones se pueden leer auténticos despropósitos más propios de un esclavista que de alguien que en verdad sienta pasión por su profesión. Es un artículo tan sumamente ponzoñoso, que de no ser porque va totalmente en serio, cualquiera podría tomarlo como una fina ironía. El problema es que no lo es: el sujeto habla totalmente en serio.
Bajo el título de ÔÇ£Los Desarrolladores de Juegos deberían abandonar la actitud de esclavizadosÔÇØ el señor St. John se despacha a gusto en contra de la nueva generación de desarrolladores.
Comienza su perorata dejando claro que ÔÇ£Hacer juegos no es un trabajo: es un arteÔÇØ y siguiendo este especioso razonamiento, concluye que los desarrolladores no deberían preocuparse tanto por sus salarios o por las horas de trabajo ya que ÔÇösegún sus propias palabrasÔÇö todo lo que hacen se resume en mover un ratón. Impecable.
Dado que desarrollar un juego no es mover rocas de 500 kilos, este desgraciado defiende un texto que sirve como perfecto ejemplo de una mentalidad que poco a poco irá extinguiéndose.
Bajo el título de ÔÇ£Los Desarrolladores de Juegos deberían abandonar la actitud de esclavizadosÔÇØ el señor St. John se despacha a gusto en contra de la nueva generación de desarrolladores.
Comienza su perorata dejando claro que ÔÇ£Hacer juegos no es un trabajo: es un arteÔÇØ y siguiendo este especioso razonamiento, concluye que los desarrolladores no deberían preocuparse tanto por sus salarios o por las horas de trabajo ya que ÔÇösegún sus propias palabrasÔÇö todo lo que hacen se resume en mover un ratón. Impecable.
Dado que desarrollar un juego no es mover rocas de 500 kilos, este desgraciado defiende un texto que sirve como perfecto ejemplo de una mentalidad que poco a poco irá extinguiéndose.
Cita:┬½Necesitas un trabajo de verdad produciendo software de oficina si quieres que se te pague justamente y puedas irte a casa a las 5 de la tarde [ÔǪ] Cualquiera lo suficientemente bueno para ser contratado haciendo juegos puede ganar más dinero en cualquier otro sitio. Si trabajar en un juego por 80 horas a la semana te parece ÔÇ£extenuanteÔÇØÔǪ practica más hasta que seas mejor. Hacer juegos no es un trabajo, mover un ratón no es duro, es la oportunidad más grande por la que podrías ser pagadoÔǪ comienza a creerlo, y descubrirás que eres incluso mejorÔÇØ┬╗
Después de indigestarnos con semejante diarrea mental, es muy difícil encontrar un solo punto válido en este argumento. Todo, absolutamente todo lo que dice, busca el objetivo de justificar que ÔÇ£si es arte no te pagoÔÇØ pero ÔÇ£déjate los huevos en sacar el proyecto con el que yo me voy a forrarÔÇØ. Porque de tu arte yo vivo ¡y da gracias que te dejo! Lamentable.
Por si aún no ha quedado clara la postura de este personaje, no tiene reparos en seguir haciendo gala de su ÔÇ£enorme generosidadÔÇØ dando oportunidades a futuros esclavos para recoger algodón picar código bajo su agradable látigo de la felicidad.
Por si aún no ha quedado clara la postura de este personaje, no tiene reparos en seguir haciendo gala de su ÔÇ£enorme generosidadÔÇØ dando oportunidades a futuros esclavos para recoger algodón picar código bajo su agradable látigo de la felicidad.
   
Cita:┬½Para mi enorme shock y decepción, los desarrolladores nunca responden a mi feedback con ninguna clase de entusiasmo o gratitud por mi generoso intento de liberarles (¿?*) ÔÇö lo normal es que sólo reciba odio┬╗
Puede sonar irónico, pero no lo es. El tipo habla totalmente en serio. Al parecer, no puede concebir cómo es posible que la gente se cabree a raíz de su magnanimidad. De sus irrefrenables ganas de liberar (*¿?) a la gente dándoles un trabajo apasionante con el que no podrán pagar sus facturas, ver a su familia o simplemente vivir. No le alcanza la mollera para comprender que si tienes problemas fuera de la oficina, y tu trabajo no ayuda a solucionarlos: éstos se verán reflejados en el día a día. Tener un trabajador en la oficina que arrastra problemas personales repercute de manera directa en la calidad del producto pero ¿cómo va a saberlo alguien que considera a un trabajador simple mano de obra? Son cosas muy complejas ¡Menos llorar y más currar hacer arte!
El artículo continúa devaluando la profesión, pretendiendo hacerla pasar por algo liviano. Debe ser que si no desgastas tus músculos moviendo bloques de hormigón, no estamos hablando de ÔÇ£un trabajoÔÇØ y por tanto, no mereces el dinero. La actividad intelectual, los conocimientos, las horas de estudio y el talento no merecen ser pagados. Así nos va la vida.
 
Cita:┬á┬½Se quejan del valor del balance entre ÔÇ£vida y trabajoÔÇØ, y de cómo los grandes juegos pueden salir en fecha con una gestión apropiada. Se quejan de que no pueden producir su mejor trabajo cuando sus energías creativas se ven absorbidas después de 40 largas horas semanalesÔǪ sentadosÔǪ en un escritorioÔǪ Al parecer la gente puede llegar a ÔÇ£quemarseÔÇØ trabajando para hacerÔǪ videojuegos.┬╗
Qué asco.
Desde mi posición lo he dicho una y mil veces: los videojuegos no son arte. Amo los videojuegos con toda mi alma, pero no puedo considerarlos arte (aunque me gustaría). Soy diseñador de profesión, y jamás lo consideraré un arte. Cualquier producto que implique a un gran número de personas, una serie de planes económicos, planes temporales, objetivos estratégicos, despidos (recibos sin pagar) y un sinfín de piezas no puede ser arte: porque es imposible que algo tan íntimo y personal como el arte nazca a través del trabajo de cientos de personas con objetivos muy diferentes. Es un producto, algo bello y hermoso: pero no arte. Ojo, hay honrosas excepciones (¡hola indies!) pero los juegos nacidos de grandes corporaciones son productos hechos y derechos, y que nadie nos diga lo contrario. Romantizar una profesión es un error.
Y mientras sigamos creyendo que esto es un mundo de fantasía, seguirán existiendo esclavistas despiadados vendiéndonos la moto de que hay que estar agradecidos por recibir fantásticas oportunidades. Hay que dar gracias por poder ÔÇ£hacer arteÔÇØ. Por poder trabajar en lo que nos apasiona. Y mientras tengamos esa oportunidad, no hay nada más que pedir al respecto. Porque en el fondo, el único arte va a ser el del esclavismo del siglo XXI.
Bendito cabronazo, el tal Alex St. John.
Desde mi posición lo he dicho una y mil veces: los videojuegos no son arte. Amo los videojuegos con toda mi alma, pero no puedo considerarlos arte (aunque me gustaría). Soy diseñador de profesión, y jamás lo consideraré un arte. Cualquier producto que implique a un gran número de personas, una serie de planes económicos, planes temporales, objetivos estratégicos, despidos (recibos sin pagar) y un sinfín de piezas no puede ser arte: porque es imposible que algo tan íntimo y personal como el arte nazca a través del trabajo de cientos de personas con objetivos muy diferentes. Es un producto, algo bello y hermoso: pero no arte. Ojo, hay honrosas excepciones (¡hola indies!) pero los juegos nacidos de grandes corporaciones son productos hechos y derechos, y que nadie nos diga lo contrario. Romantizar una profesión es un error.
Y mientras sigamos creyendo que esto es un mundo de fantasía, seguirán existiendo esclavistas despiadados vendiéndonos la moto de que hay que estar agradecidos por recibir fantásticas oportunidades. Hay que dar gracias por poder ÔÇ£hacer arteÔÇØ. Por poder trabajar en lo que nos apasiona. Y mientras tengamos esa oportunidad, no hay nada más que pedir al respecto. Porque en el fondo, el único arte va a ser el del esclavismo del siglo XXI.
Bendito cabronazo, el tal Alex St. John.
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