No gran cosa que comentar esta semana. Solo dos juegos.
Primero, otra partida al
Civilization 6, esta vez con Etiopía.
El líder de Etiopía, Menelik II, tiene unas pintas de conspirador maligno que no puede con ellas. Etiopía es una civilización basada en religión, pero que no necesita tirar de una religión propia para funcionar y a la vez es bastante polivalente. Su principal habilidad es que las ciudades fundadas en colinas generan un porcentaje de cultura y ciencia igual al 15% de su producción de fe, por lo que al ir a por religión estás potenciando también el resto de tu desarrollo a la vez. Para potenciar esto aún más, reciben fe extra de los recursos especiales del mapa y de rutas comerciales, y tienen una mejora de casilla única que es una de estas iglesias con forma de cruz excavadas en la roca (buscadlas en Google, son curiosas) que produce fe y turismo y puedes contruirla de forma bastante liberal.
Podría haber ido a por otra victoria religiosa, como en la partida anterior, pero esta vez decidí probar a ver que tal funciona la religión para intentar potenciar otras cosas. Aunque la verdad es que Etiopía no me ha debido dar una visión muy precisa del tema, porque gracias a su habilidad de generar cultura y ciencia con la fe pronto me convertí en la civilización más avanzada de la partida desde el momento en el que fundé mi panteón inicial (que volvió a ser el de la tundra porque fue donde me metió el juego al principio). No, en vez de ir a por otra victoria religiosa, intenté ir a por una victoria cultural.
La victoria cultural es probablemente la más confusa y peor explicada de todo el juego. Se supone que tienes que generar turismo y convertirte en la capital vacacional del mundo. Durante las primeras edades poco puedes hacer, pero a medida que avanzas y empiezas a generar escritores, pintores o músicos puedes almacenar sus obras en museos para que la gente venga a verlas. Y si eres como yo, puede que te pases con la generación de artistas y tengas a un montón de ellos esperando en la cola porque no tienes suficiente espacio para almacenar sus obras, y acabes fundando nuevas ciudades desesperadamente para poder crear más bibliotecas y museos. El objetivo es superar un número de turistas determinado que va cambiando con el tiempo... Y que no acabo de entender por que. Si soy sincero las mecánicas internas del turismo se escapan por completo a mi simple cabeza de waifutero. Yo simplemente empecé a regalar panfletos por ahí, y la gente empezó a venir, y gané, aunque fue la partida más larga hasta ahora.
Hablando de la partida, el momento más interesante y cómico fue cuando Australia (cuyo líder se presenta a si mismo como un amigo de la paz tan pronto como lo encuentras) de golpe y porrazo me declaró la guerra. El problema es que justo en medio de mi territorio y el de Australia había un estrecho paso de montañas, y en medio de ese estrecho estaba la ciudad-estado de Ayutthaya. Las ciudades-estado son jugadores neutrales que están por el mapa y no pueden fundar más ciudades ni participan en la competición para ganar el juego, pero puedes comerciar con ellos, hacer misiones para ellos y aliarte. Y resulta que yo, sin quererlo ni proponérmelo, acabé siendo muy amiguete de Ayutthaya, y eso significa que cuando me declaró la guerra a mí, Australia también le declaró la guerra a la ciudad-estado. Llevó a todas sus tropas contra el muro de Ayutthaya donde no solo fueron masacradas por el jugador neutral que tenía una posición defensiva de la hostia, sino que además Ayutthaya pasó a la ofensiva y acabó incluso conquistando un par de ciudades australianas. La gran guerra contra Australia acabó antes incluso de que mis unidades pudiesen llegar a la primera línea de frente.
Por lo demás, la victoria cultural me hizo jugar de forma bastante pacífica. Los galos siempre me estaban mirando mal, pero estaban constantemente en guerra contra España así que eso los mantenía distraidos. Los Zulues tienden a ser peligrosos, pero estaban en la otra punta del mapa y no eran un problema. España se hizo muy amiga mía y al principio Portugal también lo era, pero luego el tipo se enfadó porque no tenía suficientes barcos (podría pasarme la vida comentando como la mecánica de las agendas personales de la IA no tiene mucho sentido, pero lo dejaré para otro lío, que ya me estoy enrollando).
Y para acabar, empecé a jugar al
Dragon Quest II.
Es de la misma línea de remakes que el del juego anterior, lo cual significa que usan el mismo motor y por tanto siguen teniendo ese problema en el que los frames del escenario sudan la gota gorda a medida que te mueves por ahí. Eso, y que la resolución de los sprites de los personajes es mucho más nítida que la de los tiles del escenario, lo cual odio incluso más que el tema de los frames. Pero vamos, son cosas que ya había asumido viniendo como vienen ambos juegos de la misma colección.
Dragon Quest II es una continuación del primer juego y sucede varias generaciones más tarde. Los descendientes del prota y la princesa de
DQ1 han fundado varios reinos, y cuando uno de ellos es atacado por las hordas del nuevo villano de turno, uno de los descendientes empieza a buscar a sus primos para ir contra esta amenaza. Efectivamente, ya no controlamos solo a un personaje, sino que esta vez tenemos TRES: El héroe, el príncipe y la princesa... A pesar de que el héroe también es un príncipe, pero bueno, da igual.
De la misma forma que ahora tenemos a más personajes en el grupo, los encuentros también han evolucionado por el mismo rumbo: Ya no son todo duelos de uno contra uno, sino que los enemigos pueden atacarte en grupos. Esto hace que el juego sea incluso más difícil que el primero al principio, cuando llevas solo al héroe y te atacan enemigos en grupos que a lo mejor se te van algo de las manos. Pero por lo demás, el juego se siente... pues como una segunda parte, que es exactamente lo que es. Sigue por las mismas líneas, pero intenta hacerlo todo algo más complejo, más elaborado.
Lamentablemente, el juego cae en uno de los peores errores que un JRPG puede cometer, y no es el primer juego que he jugado este año que tiene el mismo problema: Efectivamente, su frecuencia de combates aleatorios es demasiado alta. Está ahí arriba con
Phantasy Star 3, pero allí donde
PSIII no me pareció especialmente difícil,
DQ2 sí que lo es. Algunos de los grupos de enemigos pueden darte sustos bastante serios, y si bien el hecho de que hay más cosas que hacer camufla un poco el grindeo, al final del día vas a tener que grindear igualmente.
Una cosa que me ha parecido maja es que en medio del mapa mundi hay un continente que es una versión en miniatura del mapa del primer juego. Este tipo de cosas me gustan, como cuando escondieron el mapa del primer
Zelda en el
Zelda II.
Para la semana que viene... Voy a partida del
Civi por semana, así que tocará otra. Seguiré con
Dragon Quest II, y si todo va bien completaré la segunda ala del Pandaemonium en
FFXIV, esta vez sí.
Xenoblade 3 se ha quedado pausado porque ahora estoy usando la Switch para el
DQ2.