El primero fue
Acquire, edición del año de la reconquista.
En este juego vas fundando y colocando empresas, que a su vez se van ampliando con unas fichas que extienden la masa de la compañía como si fuese una ameba, por el tablero. Si una empresa acaba tocando otra con un tamaño menor, la empresa mayor absorbe a la pequeña y se hace a su vez más grande.
En su turno, los jugadores pueden comprar acciones de las compañías sabiendo que cuanto más grande es la empresa más caras van a ser. "Genial", me dije, "Voy a comprar un montón de acciones de la empresa amarilla y asegurarme de que se convierte en la más grande de todas."
Craso error. No te interesa que la compañía de la que tienes acciones se haga grande. Más bien al contrario, al menos al principio. Resulta que la única forma que tienes de recuperar dinero en el juego es vendiendo acciones, y el único momento en el que puedes venderlas es cuando una compañía más grande la absorbe. Si tu empresa se hace demasiado grande de pronto te das cuenta de que nadie puede absorberla, no tienes oportunidades de vender acciones, y no puedes recuperar el dinero invertido.
Me di cuenta demasiado tarde de esto, y estuve la mayor parte de la partida sin hacer absolutamente nada. No puedo decir que lo disfrutase, pero estoy dispuesto a jugarlo de nuevo ahora que sé que la estrategia real es la de comprar acciones de empresas que sabes que van a desaparecer en vez de hacer lo contrario... Por muy contraintuitivo que pueda resultar.
El otro juego al que jugamos fue el
Love Letter.
Es un juego de cartas diseñado para ser lo más simplista posible. En tu turno tienes una carta en la mano y tienes que robar una del mazo, eligiendo cual de las dos quieres jugar y acabando tu turno de nuevo con solo una carta. La gracia del juego es que el mazo solo tiene unas 16 o 18 cartas, y según lo que va jugando cada persona puedes deducir cuales son las que tienen en la mano. Esto es importante porque hay cartas que te permiten eliminar a los jugadores de la ronda si adivinas que carta tienen, otras que te permiten intercambiar la carta con la de otro jugador, otras que crean una especie de duelo en la que gana quien tenga la carta de valor más alto...
La ronda termina cuando el mazo de robo se acaba, y el jugador superviviente que tenga la carta de valor más alto en la mano gana un punto. Se sigue así hasta que se llega a cierta cantidad de puntos y acaba la partida. El juego es rápido y tiene un componente de deducción sorprendentemente elevado. Debido a la ínfima cantidad de cartas que tiene no es posible jugarlo con más de cuatro personas, pero funciona también bien a tres, es muy fácil de enseñar y resulta muy adictivo.
Especial mención a la carta de la Condesa, que cada vez que alguien la juega se le pone una cara de circunstancia que no puede con ella. La Condesa es la segunda carta de valor más alto y no tiene habilidad especial, excepto que estás OBLIGADO a jugarla si la otra carta que tienes en la mano es el Príncipe o el Rey. Una persona que pone la Condesa en la mesa de pronto se pinta una diana enorme sobre la cabeza, ya que es una confesión que delimita las cartas que puede tener en la mano a tres (Príncipe, Rey... o Princesa, que es la única carta de valor más alto que la Condesa y si la juegas quedas eliminado de la ronda para empezar). Es bastante gracioso ver como alguien pone la carta a regañadientes sobre la mesa y se revuelve incómodo en la silla esperando la lluvia de acusaciones que inevitablemente van a caer sobre él.
Love Letter es un juego que podría recomendar incluso a la gente que no se siente atraida por los juegos de mesa. Es barato, simple, rápido, fácil de entender, y adictivo. Os animo a que le deis una oportunidad si lo veis por ahí, teniendo en cuenta, claro, que el juego es para tres o cuatro personas y no más.