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Versión completa: Hiroko Yokoyama (Ex-SNK) habla sobre la discriminación en el trabajo en Japón
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Como reacción a las noticias sobre la manipulación de exámenes de entrada que la Universidad de Medicina de Tokio ha llevado a cabo durante años para limitar artificialmente el número de mujeres que hacían carrera en la medicina, numerosas mujeres japonesas han compartido historias sobre cómo han vivido ellas la discriminación en sus trabajos. Una de ellas ha sido Hiroko Yokoyama, veterana de SNK que ha compartido su experiencia en la compañía en los 80 y 90.

Yokoyama empezó a trabajar en SNK en 1987; después de eso trabajó en la industria del videojuego en la década de los 90, pero acabó dejándola para dedicarse al arte. Ha expuesto parte de su trabajo en ferias como la Comiket.

Traduce las palabras de la artista en Twitter Brandon Sheffield, fundador de Necrosoft y uno de los encargados de la parte documental de SNK 40th Anniversary Collection, la colección que repasa la historia pre-Neo Geo de la veterana compañía japonesa, que ha trabajado con Yokoyama para recuperar materiales de su época como artista para Ikari Warriors, Crystalis o Guerrilla War y recopilar información sobre la SNK de esa época.

Explica Yokoyama que en la época en la que las 3D eran el futuro de los videojuegos, su jefe en «una compañía» (no especifica cuál) quería entrenar a dos artistas para que pudieran trabajar en 3D, algo que no era habitual en una época en la que el sprite era el rey. (Tan poco habitual era que, por ejemplo, Nintendo se llevó a tres extranjeros a sus oficinas, los primeros que trabajaron allí, para el desarrollo del chip Super FX y Star Fox.) Todas las mujeres que se ofrecieron para aprender 3D fueron rechazadas; el razonamiento de su jefe, explica Yokoyama, fue que las mujeres «se van después de casarse», por que lo que invertir en entrenarlas para quedarse sin ese conocimiento en unos años no tenía sentido.

Yokoyama fue una de las mujeres rechazadas en favor de dos hombres que, al poco tiempo, decidieron dejar el trabajo y, sin compartir lo que sabían sobre la tecnología, se fueron a otro sitio. La frustración de Yokoyama fue doble: por un lado, le molestó que su jefe pensara que solo las mujeres podían dejar un trabajo de forma inesperada o súbita; por otro, su jefe no quiso que ella fuera una de las elegidas porque ya estaba casada, por lo que había riesgo de que no trabajase «correctamente» después de dar a luz.

«Hablando sobre ello ahora», dice Yokoyama, «me da la sensación de que me dijeron: "hey, cómete una mierda"».

Durante años, su jefe en esa compañía bromeaba sobre cómo su trabajo no era bueno porque era «gorda, fea y otaku», aunque estaba encantado con el trabajo de las mujeres que le parecían guapas. A pesar de que, insiste Yokoyama, su jefe aseguraba que eran «solo bromas», la actitud se mantuvo durante años. También explica cómo eran los mandos intermedios, no los superiores, los que se encargaban de mantener a las mujeres «en su sitio»; había mujeres en puestos de diseño y dirección, y eran las decisiones de los seniors que se encargaban de gestionar el día a día de la compañía las que apartaban a las mujeres de las oportunidades de aprendizaje y ascenso, según cuenta Yokoyama.

Aunque espera y desea que la situación para las mujeres jóvenes que trabajan hoy en la industria del videojuego japonesa, ella misma ha retuiteado, como explica Sheffield, mensajes que dejan claro que las cosas siguen igual o parecido.

Yokoyama acabó abandonando la industria del videojuego, aunque siguió dedicándose al arte «gracias a sus amigos, su marido y la gente a la que le gustaba su trabajo y la apoyaba»; definitivamente no fue por el apoyo recibido dentro de la industria en la que desarrolló parte de su carrera.

La polémica que ha motivado el hilo de tuits de Yokoyama es parecida. Según han contado fuentes de la universidad a NHK, los exámenes de acceso a las carreras relacionadas con la medicina se falseaban para limitar hasta en un 10% el número de mujeres «porque las doctoras suelen retirarse después de casarse o tener una familia»; según las fuentes, la práctica se empezó a realizar en 2010, cuando los exámenes de entrada dieron como resultado un 40% de mujeres estudiando Medicina, y ya en 2011 consiguió reducir el porcentaje a 30%, hasta que este año se desplomó a menos de un 20%. La investigación que ha destapado los amaños tenía que ver con otro escándalo de corrupción en principio no relacionado: cargos importantes de la universidad habían manipulado las admisiones para meter al hijo de un alto funcionario del Ministerio de Educación a cambio de tratos de favor en un programa de subvenciones del ministerio.

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