(04-10-2020 16:37)JuanmaNPI [ -> ]Ojo, no puedo obviamente corroborar ni negar su análisis porque , al contrario que tú, no he tenido ¿El placer? De leerle. Pero me llamó la atención la parte que resaltó jejeje
Si, si, lo sé. Y quiero dejar claro que efectivamente Joyce era un cretino pretencioso, como bien se puede comprobar en el siguiente capítulo.
Capítulo 11: Sirenas
El capítulo de las sirenas en la Odisea es probablemente el más famoso, en el que Ulises pasa cerca del islote de estos monstruos de aspecto femenino que usan sus cantos para atraer a los marineros a los arrecifes que rodean su isla, para después devorarlos. Ulises tapa los oidos de su tripulación con cera para inmunizarlos ante el canto de los monstruos, pero él, que quiere toda la tarta para si mismo, se ata al mástil del barco para poder escuchar el canto sin que éste le haga hacer ninguna tontería.
Mencioné que
Ulises suele tener cuatro capítulos que son famosos por ser difíciles de leer. El primero era Proteo, el capitulo 3, luego viene Escila y Caribdis, el capítulo 9. Los otros dos son los capítulos 14 y 18, a los que todavía no hemos llegado. Sin embargo, si hay un capítulo que algunos consideran que podría perfectamente entrar en ese grupo también, es el capítulo 11: Sirenas.
Joyce estaba convencido de que la literatura era el arte supremo al que aspiraban todos los demás. Y para demostrarlo, en toda su pomposidad, decidió escribir este capítulo que básicamente intenta imitar una composición musical. Sirenas está lleno de onomatopeyas, gente cantando, descripciones auditivas en vez de visuales... Los personajes son identificados por sonidos en vez de rasgos físicos, por ejemplo el chico ciego siendo identificado por el "Tap, tap, tap" de su bastón, o Boylan yendo siempre acompañado del sonido de los muelles de la cama sobre la que le está poniendo los cuernos a Bloom con su esposa. Las primeras dos páginas contienen un galimatías de frases sueltas sin sentido que intentan representar los instrumentos de la orquesta siendo afinados. Se introduce una especie de narrador secundario, una especie de director de orquesta, que repite y describe ciertas partes de los párrafos como si fuesen estribillos, con florituras y adornos, y está constantemente metido en un pulso con el narrador principal por el control de la historia. Y, por supuesto, muchas partes del capítulo contienen un ritmo musical, haciendo uso de tiempos y estrofas que probablemente debido a la diferencia silábica de la traducción hayan pasado a ser inidentificables. El resultado es un episodio que no es necesariamente difícil de seguir, pero que en vez de producir la música que Joyce pretendía, a mí solo me produjo un tedioso y molesto ruido de fondo. Si Joyce creía que podía demostrar como la literatura era capaz de crear música, bajo mi punto de vista su experimento acabó demostrando todo lo contrario.
Pero vamos, que al final del día el galimatías de este capítulo no es muy distinto al del resto del libro.
En este capítulo, Bloom sigue a Boylan, la persona con quien su mujer le está poniendo los cuernos, a la cafetería de un hotel y se pone a espiarlo desde el fondo de la sala mientras este se relaciona con el resto de parroquianos, gente a la que ya vimos antes en el libro (Lenehan, Cowley, Simon...etc...). A Bloom le acompaña en su mesa Richie Goulding, el tío de Stephen, quien parece simpatizar con él. Durante la estancia en el local, Bloom parece sufrir un episodio algo depresivo mientras el grupo de Boylan se dedica a flirtear con las dos camareras (las cuales no parecen molestas por ello sino que se meten de lleno en el juego) y a cantar canciones con el piano. Una de las camareras intenta atraer la atención de Boylan levantándose algo la falda y haciendo chasquear la liga de sus medias, a lo cual Boylan reacciona levantándose y yéndose del local a mitad del capítulo, dejando a la chica confusa y decepcionada. Nosotros como lectores sabemos que, en realidad, va a ver a la esposa de Bloom, con quien tiene una cita.
De hecho, las dos camareras serían el análogo de las sirenas en el capítulo, supongo. Aunque existe una tercera con la que Bloom se cruza al salir del local: Una prostituta con quien Bloom aparentemente tuvo contacto. Bloom la evita disimulando y haciendo ver que se encuentra mirando el primer escaparate que tiene cerca. Resulta que en dicho escaparate hay una imagen y una frase célebre de Robert Emmet, un patriota irlandés. El capítulo acaba con este realizando la última nota musical del capítulo: Un sonoro pedo a la vez que lee las palabras de Emmet.
No, a Joyce definitivamente no le caían bien los nacionalistas.
El siguiente episodio es el más largo hasta ahora. Estos últimos me han durado una semana cada uno, pero el siguiente creo que va a durar un poco más, aunque no mucho. Le echo unos 10 días o así.