15-08-2013 01:03
Buenas noches.
Me he decidido a abrir este hilo como un pequeño desahogo, porque llevo ya dándole muchas vueltas a un tema que me acongoja: Empecé muy tarde a jugar videojuegos. Muy, muy, muy tarde. Extremadamente tarde. Y eso me hace sentir que estoy años luz por detrás de cualquier otra persona.
[Inicio de la historia videojueguil de mi vida]
El primer recuerdo relacionado con este mundillo que tengo es despertarme por las mañanas, siendo yo una niña de unos 5 años, con el sonido del "Wololo" del Age of Empires, al que mi padre dedicaba muuuuchas horas cada mañana. Recuerdo que me sentaba a su lado y me quedaba ensimismada observando todos sus movimientos, y preguntando de vez en cuando (aunque a veces él estaba tan concentrado que ni me contestaba).
Mi primer videojuego de verdad fue "La Pantera Rosa Misión Peligrosa". Era un tipo de aventura gráfica, con puzzles y demás (todo para niños), que también enseñaba bastantes cosas sobre diferentes culturas. Un juego muy entretenido al que le dediqué bastantes horas. También recuerdo que en los ordenadores del colegio (en primero o segundo de primaria), tenían instalado el Mario Bross y que siempre que terminaba de hacer los ejercicios me dedicaba a jugarlo. Me encantaba.
Como era obvio, empecé a pedirles a mis padres que me compraran alguna consola. Me daba igual cuál, solo quería jugar y jugar, como hacían mis compañeros de clase. Pero mi madre siempre ha estado MUY en contra de los videojuegos. Decía que provocaban adicción y que yo era demasiado pequeña como para jugar a nada. Insistí mucho, muchísimo, hasta que por fin, en mi octavo cumpleaños, mi padre consiguió convencer a mi madre de que me regalaran la Game Boy Color. Dios, recuerdo ese momento tan bien, me sentía tan, tan y tan extremadamente feliz... Pero claro, mi madre seguía muy en contra de las consolas y en dos años solo me compraron un juego: A Bug's Life.
Entonces, cuando yo tenía 10 años, mis padres se divorciaron. Ahí, mi padre se libró de la influencia de mi madre que le impedía comprar juegos para mí, de modo que empecé a recibir un juego para Game Boy cada Navidad o cada cumpleaños. Pero claro, todo eso ya llegaba tarde. Mi primer Pokémon fue el Cristal, porque todos los demás ya estaban "pasados de moda". Recuerdo también que le pedí a mi padre que me comprara el Mario Land, y me compró el Wario Land 2 (yo me sentí decepcionada, pero al final el juego me encantó).
Más tarde, a medida que las tecnologías videojueguiles avanzaban, yo también pensaba que debía renovar mi instrumento de juego. Pero claro, tener una consola de sobremesa era IMPENSABLE, mi madre nunca me habría dejado jugar en la tele del salón (y no había ninguna más). Así que mi siguiente consola fue la Game Boy Advance SP.┬á Para ella también cayeron bastantes juegos, no puedo quejarme mucho.
Luego, mi padre decidió que ya me habían regalado demasiadas consolas, y la siguiente, la Nintendo DS fue a parar a los brazos de mi hermana pequeña. Pero claro, ella solo jugaba al Nintendogs y poco más, así que fue un desperdicio total de dinero. Por no decir que la chiquilla la acabó malvendiendo por conseguir dinero.
Mi primera consola de sobremesa fue la PS2. Me la regalaron unos amigos, porque ya estaba tirada de precio (la PS3 ya había salido, así que imaginad lo tarde que llegó). No pude usarla prácticamente nada, solo conseguí pasarme un juego que me prestaron: Kingdom Hearts 2. Poco tiempo después de pasármelo, la consola apareció con el lector arrancado, así que me volví a quedar sin nada a lo que jugar.
Pero el milagro ocurrió, mi madre conoció a mi padrastro. Mi padrastro era tan abierto a las consolas como mi padre, así que esa misma Navidad, nos regaló a todos (somos 4 hermanastros) una PS3, que dejamos en mi casa. Pero el problema seguía siendo el mismo, solo teníamos una televisión y mi madre nunca me dejaba jugar a nada. A duras penas pude empezar el Assassins Creed o el Heavenly Sword, pero no pude dedicar más de 3 horas a cada juego. A todo esto yo ya tenía 16 años y una experiencia prácticamente nula en los Videojuegos.
Poco después conseguí que mi padre me comprara, a medias con mi madre, un portátil mínimamente decente. Probé el Oblivion, pero no tenía ni idea de cómo jugar, así que lo dejé rápido. Luego, un amigo mío me empezó a hablar del World of Warcraft y me acabó convenciendo de que lo probara. Se pasó muchos días en mi casa enseñándome, explicándome las cosas básicas, hasta que por fin lo fui pillando todo, viciándome, aprendiendo y por fin me sentí medianamente entendida en algo. Le dediqué dos años a ese juego, pero finalmente tuve que dejarlo, porque el pago mensual me dejaba arruinada y el hecho de que no dejaran de sacar expansiones me ponía de mal humor, porque sentía que nada más llegar al nivel máximo, aparecía otra nueva expansión con otro nivel máximo.
Me volvía quedar sin nada a lo que jugar. Pero mister Poe llegó a mi vida, y me enseñó la maravilla de Steam. El problema fue que, por esa época yo ya contaba con 19 años. Estaba estudiando una carrera que me consumía todo el tiempo, y además debía compaginarla con un trabajo para pagarme todos los gastos. Así que el tiempo que realmente he podido invertir a jugar en estos últimos dos años, ha sido más bien poco.
Hace dos navidades, mi padrastro decidió regalarnos la Xbox 360, pero igual que la PS3, se quedó acumulando polvo en el comedor por decreto extraoficial de mi madre. Ni siquiera compramos ningún juego a parte de estos para jugar en familia: Kineckt Adventures y uno de bailar del que ni siquiera recuerdo el nombre.
A día de hoy, me he comprado una tele para M├ì SOLA, que he puesto en mi habitación junto a la Xbox 360. Tengo un PC mucho más que decente para jugar todo lo que quiera sin preocuparme de si funcionará o no (de momento). Además, mi padre me regaló la 3DS por Navidad, de modo que tengo otra consola importante, a pesar de que no puedo comprar juegos por lo caros que son.
[Fin de la historia videojueguil de mi vida]
Y es ahora cuando puedo jugar prácticamente a lo que quiera, puesto que tengo las dos consolas de sobremesa más importantes de la gen (lo siento por Wii xD) y un PC en el que puedo jugar a lo que quiera, en el que me doy cuenta de que no sé nada. No sé nada de videojuegos. No sé jugar a nada. No sé qué consolas ni qué videojuegos fueron míticos. No se jugar con mando, pero tampoco sé apuntar bien con ratón. No sé analizar el rendimiento de un juego, ni sus gráficos, ni su jugabilidad, ni su gunplay. No sé nada de compañías, ni editoras, ni productoras.
Y todo esto me hace sentir muy mal, porque es un vicio que me encanta, me interesa y me apasiona, pero me siento tonta, lerda y estúpida porque mi situación personal no ha permitido que me iniciara antes, cuando todo el mundo se inicia. Todo eso me quita las ganas de jugar. Además, sé que cuando empiece el curso, volveré a tener incluso menos tiempo que antes, y dejaré de dedicarle horas, nunca mejoraré y seguiré siendo una noob.
En fin hasta aquí mi supertocho desahogo. Llevaba tanto tiempo dándole vueltas a todo esto, que necesitaba soltarlo de algún modo y creo que así me he desahogado bastante.
Por cierto, mi madre sigue tan en contra de los videojuegos como antes, cada vez que entra en mi habitación y me pilla jugando, me envía a tener la ropa, fregar, barrer, ... Lo que sea con tal de obligarme a dejar la partida.
Me he decidido a abrir este hilo como un pequeño desahogo, porque llevo ya dándole muchas vueltas a un tema que me acongoja: Empecé muy tarde a jugar videojuegos. Muy, muy, muy tarde. Extremadamente tarde. Y eso me hace sentir que estoy años luz por detrás de cualquier otra persona.
[Inicio de la historia videojueguil de mi vida]
El primer recuerdo relacionado con este mundillo que tengo es despertarme por las mañanas, siendo yo una niña de unos 5 años, con el sonido del "Wololo" del Age of Empires, al que mi padre dedicaba muuuuchas horas cada mañana. Recuerdo que me sentaba a su lado y me quedaba ensimismada observando todos sus movimientos, y preguntando de vez en cuando (aunque a veces él estaba tan concentrado que ni me contestaba).
Mi primer videojuego de verdad fue "La Pantera Rosa Misión Peligrosa". Era un tipo de aventura gráfica, con puzzles y demás (todo para niños), que también enseñaba bastantes cosas sobre diferentes culturas. Un juego muy entretenido al que le dediqué bastantes horas. También recuerdo que en los ordenadores del colegio (en primero o segundo de primaria), tenían instalado el Mario Bross y que siempre que terminaba de hacer los ejercicios me dedicaba a jugarlo. Me encantaba.
Como era obvio, empecé a pedirles a mis padres que me compraran alguna consola. Me daba igual cuál, solo quería jugar y jugar, como hacían mis compañeros de clase. Pero mi madre siempre ha estado MUY en contra de los videojuegos. Decía que provocaban adicción y que yo era demasiado pequeña como para jugar a nada. Insistí mucho, muchísimo, hasta que por fin, en mi octavo cumpleaños, mi padre consiguió convencer a mi madre de que me regalaran la Game Boy Color. Dios, recuerdo ese momento tan bien, me sentía tan, tan y tan extremadamente feliz... Pero claro, mi madre seguía muy en contra de las consolas y en dos años solo me compraron un juego: A Bug's Life.
Entonces, cuando yo tenía 10 años, mis padres se divorciaron. Ahí, mi padre se libró de la influencia de mi madre que le impedía comprar juegos para mí, de modo que empecé a recibir un juego para Game Boy cada Navidad o cada cumpleaños. Pero claro, todo eso ya llegaba tarde. Mi primer Pokémon fue el Cristal, porque todos los demás ya estaban "pasados de moda". Recuerdo también que le pedí a mi padre que me comprara el Mario Land, y me compró el Wario Land 2 (yo me sentí decepcionada, pero al final el juego me encantó).
Más tarde, a medida que las tecnologías videojueguiles avanzaban, yo también pensaba que debía renovar mi instrumento de juego. Pero claro, tener una consola de sobremesa era IMPENSABLE, mi madre nunca me habría dejado jugar en la tele del salón (y no había ninguna más). Así que mi siguiente consola fue la Game Boy Advance SP.┬á Para ella también cayeron bastantes juegos, no puedo quejarme mucho.
Luego, mi padre decidió que ya me habían regalado demasiadas consolas, y la siguiente, la Nintendo DS fue a parar a los brazos de mi hermana pequeña. Pero claro, ella solo jugaba al Nintendogs y poco más, así que fue un desperdicio total de dinero. Por no decir que la chiquilla la acabó malvendiendo por conseguir dinero.
Mi primera consola de sobremesa fue la PS2. Me la regalaron unos amigos, porque ya estaba tirada de precio (la PS3 ya había salido, así que imaginad lo tarde que llegó). No pude usarla prácticamente nada, solo conseguí pasarme un juego que me prestaron: Kingdom Hearts 2. Poco tiempo después de pasármelo, la consola apareció con el lector arrancado, así que me volví a quedar sin nada a lo que jugar.
Pero el milagro ocurrió, mi madre conoció a mi padrastro. Mi padrastro era tan abierto a las consolas como mi padre, así que esa misma Navidad, nos regaló a todos (somos 4 hermanastros) una PS3, que dejamos en mi casa. Pero el problema seguía siendo el mismo, solo teníamos una televisión y mi madre nunca me dejaba jugar a nada. A duras penas pude empezar el Assassins Creed o el Heavenly Sword, pero no pude dedicar más de 3 horas a cada juego. A todo esto yo ya tenía 16 años y una experiencia prácticamente nula en los Videojuegos.
Poco después conseguí que mi padre me comprara, a medias con mi madre, un portátil mínimamente decente. Probé el Oblivion, pero no tenía ni idea de cómo jugar, así que lo dejé rápido. Luego, un amigo mío me empezó a hablar del World of Warcraft y me acabó convenciendo de que lo probara. Se pasó muchos días en mi casa enseñándome, explicándome las cosas básicas, hasta que por fin lo fui pillando todo, viciándome, aprendiendo y por fin me sentí medianamente entendida en algo. Le dediqué dos años a ese juego, pero finalmente tuve que dejarlo, porque el pago mensual me dejaba arruinada y el hecho de que no dejaran de sacar expansiones me ponía de mal humor, porque sentía que nada más llegar al nivel máximo, aparecía otra nueva expansión con otro nivel máximo.
Me volvía quedar sin nada a lo que jugar. Pero mister Poe llegó a mi vida, y me enseñó la maravilla de Steam. El problema fue que, por esa época yo ya contaba con 19 años. Estaba estudiando una carrera que me consumía todo el tiempo, y además debía compaginarla con un trabajo para pagarme todos los gastos. Así que el tiempo que realmente he podido invertir a jugar en estos últimos dos años, ha sido más bien poco.
Hace dos navidades, mi padrastro decidió regalarnos la Xbox 360, pero igual que la PS3, se quedó acumulando polvo en el comedor por decreto extraoficial de mi madre. Ni siquiera compramos ningún juego a parte de estos para jugar en familia: Kineckt Adventures y uno de bailar del que ni siquiera recuerdo el nombre.
A día de hoy, me he comprado una tele para M├ì SOLA, que he puesto en mi habitación junto a la Xbox 360. Tengo un PC mucho más que decente para jugar todo lo que quiera sin preocuparme de si funcionará o no (de momento). Además, mi padre me regaló la 3DS por Navidad, de modo que tengo otra consola importante, a pesar de que no puedo comprar juegos por lo caros que son.
[Fin de la historia videojueguil de mi vida]
Y es ahora cuando puedo jugar prácticamente a lo que quiera, puesto que tengo las dos consolas de sobremesa más importantes de la gen (lo siento por Wii xD) y un PC en el que puedo jugar a lo que quiera, en el que me doy cuenta de que no sé nada. No sé nada de videojuegos. No sé jugar a nada. No sé qué consolas ni qué videojuegos fueron míticos. No se jugar con mando, pero tampoco sé apuntar bien con ratón. No sé analizar el rendimiento de un juego, ni sus gráficos, ni su jugabilidad, ni su gunplay. No sé nada de compañías, ni editoras, ni productoras.
Y todo esto me hace sentir muy mal, porque es un vicio que me encanta, me interesa y me apasiona, pero me siento tonta, lerda y estúpida porque mi situación personal no ha permitido que me iniciara antes, cuando todo el mundo se inicia. Todo eso me quita las ganas de jugar. Además, sé que cuando empiece el curso, volveré a tener incluso menos tiempo que antes, y dejaré de dedicarle horas, nunca mejoraré y seguiré siendo una noob.
En fin hasta aquí mi supertocho desahogo. Llevaba tanto tiempo dándole vueltas a todo esto, que necesitaba soltarlo de algún modo y creo que así me he desahogado bastante.
Por cierto, mi madre sigue tan en contra de los videojuegos como antes, cada vez que entra en mi habitación y me pilla jugando, me envía a tener la ropa, fregar, barrer, ... Lo que sea con tal de obligarme a dejar la partida.