19-09-2012 14:50
[justify]Es muy curioso que una película como ésta, de mafiosos y ajustes de cuentas, sea, posiblemente, uno de los mejores retratos de la crisis económica y moral que vivimos en la actualidad. Mátalos Suavemente no oculta sus cartas en ese aspecto, es más, las subraya con una vehemencia fruto de la rabia contra la situación actual, y ya desde los créditos juega al contraste entre la realidad, las mentiras de Bush y las utópicas promesas electorales de Obama. Pero sobre todo, juega a establecer semejanzas entre la crisis económica, la situación política en Estados Unidos y su pequeña historia de ajuste de cuentas. El mismo título es ya una lectura totalmente intencionada de nuestro crudo presente, además del lema con el que Brad Pitt, un asesino a sueldo encargado de reinstaurar el equilibro en el submundo de la mafia, ejerce su trabajo.
La película comienza con dos mataos, que dirigidos por el listo de turno, están dispuestos a ganarse un dinero fácil atracando una partida de poker de mafiosos. El plan parece redondo porque ya hay alguien a quien con toda seguridad le lloverá toda la mierda encima. No hay fallo posible. Pero esto no es El Equipo A, no hay nadie que pueda decir ÔÇ£me encanta que los planes salgan bienÔÇØ. Es más, este para de mindundis de los bajos fondos acaban de cometer un error de campeonato. El sistema mafiosil, por tanto, pone en marcha su plan de contingencia, encarnado en un Brad Pitt que bajo su apariencia metódica y fría esconde una parte más humana, que no es otra que mantener cierta distancia emocional con respecto a sus víctimas. Cualquier implicación supone riesgo e incomodidad para víctima y verdugo (ÔÇ£mátalos suavementeÔÇØ).
La película tiene una estructura casi a modo de tesis de la teoría a la que sirve. En vez de presentar a su protagonista desde el principio, primero establece los antecedentes (el robo), luego la hipótesis (la avaricia rompe el saco, y una vez roto, la mafia y la política funcionan igual, preservando el culo de los poderosos y prescindiendo de quienes ya no sirvan a ese sistema), enfrenta dicha hipótesis con la realidad (el plan de contigencia se pone en marcha), y finalmente establece las conclusiones. Es por ello que el protagonismo de la película se centra en los ladrones al comienzo y pasa después al personaje de Brad Pitt.
Pitt es, a todos los efectos, el ciudadano americano honrado. Un tipo que obedece sin rechistar, buscando la mejor solución posible para la crisis sistémica de su particular universo. Si eso le supone efectuar algún que otro sacrificio personal, aunque resulte incómodo, lo hará. Pero en realidad, como cualquiera de nosotros, sirve a otro fin más allá de la recuperación del equilibrio. El Fin con mayúsculas, mantener a los verdaderos peces gordos en su estatus, justifica cualquier medida por injusta o exagerada que ésta pueda parecer. Unos peces gordos que, como en la crisis actual, no tienen cara, únicamente un representante, Richard Jenkins, que podría ser el presidente del gobierno de turno, y como tal, te dirá con cara amable ÔÇ£que te folle un pezÔÇØ si llega el momento de hacerlo. ÔÇ£Mátalos suavementeÔÇØ es, en definitiva, el lema de la política del presente, la cual es imposible de separar del poder económico porque sirve al mismo.
Pero la película, aunque parta de esta idea de establecer constantes equivalencias, no es tan fría como pudiera parecer por mis palabras. Andrew Dominik, distanciándose del tono pausado y contemplativo de El Asesinato de Jesse James por el Cobarde Robert Ford, escribe un guión mucho más terrenal aunque sin prescindir del tiempo necesario para crear grandes escenas entre sus personajes. Especialmente conmovedor es el personaje de James Gandolfini, quizás el ejemplo perfecto del tipo que ha disfrutado de las mieles de las vacas gordas y ahora se las ve putas para mantener su modo de vida de forma mínimamente digna. También la pareja de chorizos inconscientes tienen su momento de gloria en una delirante charla bajo los efectos de la heroína que saca a relucir al Dominik más arriesgado como director. Los mano a mano entre Pitt y Richard Jenkins en el restringido espacio de la parte delantera de un coche son el contrapunto a esos momentos ÔÇ£humanosÔÇØ, es donde Dominik mete todo su componente ideológico. Un discurso constantemente secundado, sin mucho disimulo, por los mencionados discursos de Bush y Obama que sonorizan la película desde los créditos iniciales, donde por cortes bruscos, sobre todo sonoros, nos presenta su intención de confrontar los bajos fondos con la política de altos vuelos.
Estoy seguro de que a más de uno le parecerá una película excesivamente machacona con su discurso, demasiado obvia, pero más que una decisión para manipular conciencias me da que hay una necesidad de vomitar la rabia y el asco más viscerales del director, como la que Pitt muestra en la última escena de la película. Un ÔÇ£¡basta ya!ÔÇØ que no tendría sentido sin que nos hubiesen calentado las tripas durante la hora y media larga que dura la película. Entendida así, es, por fin, la primera gran peli de la temporada otoñal y un paso adelante de un director nada acomodado estilísticamente y, sin embargo, fiel a temas como la relación entre delincuencia, poder, fama y medios de comunicación.
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La película comienza con dos mataos, que dirigidos por el listo de turno, están dispuestos a ganarse un dinero fácil atracando una partida de poker de mafiosos. El plan parece redondo porque ya hay alguien a quien con toda seguridad le lloverá toda la mierda encima. No hay fallo posible. Pero esto no es El Equipo A, no hay nadie que pueda decir ÔÇ£me encanta que los planes salgan bienÔÇØ. Es más, este para de mindundis de los bajos fondos acaban de cometer un error de campeonato. El sistema mafiosil, por tanto, pone en marcha su plan de contingencia, encarnado en un Brad Pitt que bajo su apariencia metódica y fría esconde una parte más humana, que no es otra que mantener cierta distancia emocional con respecto a sus víctimas. Cualquier implicación supone riesgo e incomodidad para víctima y verdugo (ÔÇ£mátalos suavementeÔÇØ).
[img height=413 width=620]http://www.lashorasperdidas.com/wp-content/uploads/2012/09/killing1-e1348056437840.jpg[/img]
La película tiene una estructura casi a modo de tesis de la teoría a la que sirve. En vez de presentar a su protagonista desde el principio, primero establece los antecedentes (el robo), luego la hipótesis (la avaricia rompe el saco, y una vez roto, la mafia y la política funcionan igual, preservando el culo de los poderosos y prescindiendo de quienes ya no sirvan a ese sistema), enfrenta dicha hipótesis con la realidad (el plan de contigencia se pone en marcha), y finalmente establece las conclusiones. Es por ello que el protagonismo de la película se centra en los ladrones al comienzo y pasa después al personaje de Brad Pitt.
Pitt es, a todos los efectos, el ciudadano americano honrado. Un tipo que obedece sin rechistar, buscando la mejor solución posible para la crisis sistémica de su particular universo. Si eso le supone efectuar algún que otro sacrificio personal, aunque resulte incómodo, lo hará. Pero en realidad, como cualquiera de nosotros, sirve a otro fin más allá de la recuperación del equilibrio. El Fin con mayúsculas, mantener a los verdaderos peces gordos en su estatus, justifica cualquier medida por injusta o exagerada que ésta pueda parecer. Unos peces gordos que, como en la crisis actual, no tienen cara, únicamente un representante, Richard Jenkins, que podría ser el presidente del gobierno de turno, y como tal, te dirá con cara amable ÔÇ£que te folle un pezÔÇØ si llega el momento de hacerlo. ÔÇ£Mátalos suavementeÔÇØ es, en definitiva, el lema de la política del presente, la cual es imposible de separar del poder económico porque sirve al mismo.
[img height=413 width=620]http://www.lashorasperdidas.com/wp-content/uploads/2012/09/killing3-e1348056556594.jpg[/img]
Pero la película, aunque parta de esta idea de establecer constantes equivalencias, no es tan fría como pudiera parecer por mis palabras. Andrew Dominik, distanciándose del tono pausado y contemplativo de El Asesinato de Jesse James por el Cobarde Robert Ford, escribe un guión mucho más terrenal aunque sin prescindir del tiempo necesario para crear grandes escenas entre sus personajes. Especialmente conmovedor es el personaje de James Gandolfini, quizás el ejemplo perfecto del tipo que ha disfrutado de las mieles de las vacas gordas y ahora se las ve putas para mantener su modo de vida de forma mínimamente digna. También la pareja de chorizos inconscientes tienen su momento de gloria en una delirante charla bajo los efectos de la heroína que saca a relucir al Dominik más arriesgado como director. Los mano a mano entre Pitt y Richard Jenkins en el restringido espacio de la parte delantera de un coche son el contrapunto a esos momentos ÔÇ£humanosÔÇØ, es donde Dominik mete todo su componente ideológico. Un discurso constantemente secundado, sin mucho disimulo, por los mencionados discursos de Bush y Obama que sonorizan la película desde los créditos iniciales, donde por cortes bruscos, sobre todo sonoros, nos presenta su intención de confrontar los bajos fondos con la política de altos vuelos.
Estoy seguro de que a más de uno le parecerá una película excesivamente machacona con su discurso, demasiado obvia, pero más que una decisión para manipular conciencias me da que hay una necesidad de vomitar la rabia y el asco más viscerales del director, como la que Pitt muestra en la última escena de la película. Un ÔÇ£¡basta ya!ÔÇØ que no tendría sentido sin que nos hubiesen calentado las tripas durante la hora y media larga que dura la película. Entendida así, es, por fin, la primera gran peli de la temporada otoñal y un paso adelante de un director nada acomodado estilísticamente y, sin embargo, fiel a temas como la relación entre delincuencia, poder, fama y medios de comunicación.
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