05-11-2014 15:09
Diez hombres del tiempo (y una mujer) con muy mala suerte
Nadie dijo que fuera fácil ser hombre del tiempo. Salir cada día al ruedo de las isobaras y pelearse con ciclogénesis explosivas, olas de calor y mar gruesa en Alborán, aguantar las broncas de los hosteleros cuando anuncias las inevitables lluvias de Semana Santa y las críticas de los veraneantes indignados, que se empeñan en matar al mensajero y proclaman ÔÇ£¡Mañana hará el tiempo que a mí me dé la gana!ÔÇØ.
Pero no sabés lo peor, como decía el chiste. El hombre (o la mujer) del tiempo tienen que lidiar también con un enemigo invisible en forma de mapa o animación, con las caprichosas formas que Eolo produce en los cielos. Ellos sólo ven una pantalla verde, el croma, pero los espectadores asisten a un espectáculo que en ocasiones frisa la seudopornografía.
A continuación, una recopilación de hombres del tiempo (y el token femenino que exige la ley) en situaciones más que apuradas:
Borrascas y anticiclones con formas fálicas
Le pillan meando en plena transmisión
Mear en la nieve mola. Esto lo sabe el corresponsal del tiempo y su camarógrafo, que no deja de grabar ni cuando su compañero está con el pito al aire. Máxima atención a la cara de pasmo del presentador en el segundo 13:
Esto es lo que pasa cuando el hombre del tiempo lleva corbata verde
Sí señores, el croma es verde, así que cualquier prenda de ese color se transparenta. El efecto en este elegante hombre del tiempo es de semiinvisilidad, como si hubiera comprado la capa de los hobbits en rebajas:
Resbalones, tortazos y otras desdichas
Saliendo del armario, cucaracha mediante
Imagina que llevas años escondiendo tu condición sexual ante tus compañeros de plató y la audiencia de un canal de Wisconsin y de pronto aparece una cucaracha del tamaño de un chiuaua en el estudio. Ese ¡Oh My God! equivale a tres portadas consecutivas en la revista Zero.
Me pareció ver un lindo gatitoÔǪ
Fíjense en la parte baja de la pantalla mientras el señor Kachelmann (sí, se llama así) desgrana la previsión meteorológica en Baviera. Lupin, el gato del estudio, exigía su dosis horaria de caricias y eso no hay directo que lo pueda impedir.
Fuente
Nadie dijo que fuera fácil ser hombre del tiempo. Salir cada día al ruedo de las isobaras y pelearse con ciclogénesis explosivas, olas de calor y mar gruesa en Alborán, aguantar las broncas de los hosteleros cuando anuncias las inevitables lluvias de Semana Santa y las críticas de los veraneantes indignados, que se empeñan en matar al mensajero y proclaman ÔÇ£¡Mañana hará el tiempo que a mí me dé la gana!ÔÇØ.
Pero no sabés lo peor, como decía el chiste. El hombre (o la mujer) del tiempo tienen que lidiar también con un enemigo invisible en forma de mapa o animación, con las caprichosas formas que Eolo produce en los cielos. Ellos sólo ven una pantalla verde, el croma, pero los espectadores asisten a un espectáculo que en ocasiones frisa la seudopornografía.
A continuación, una recopilación de hombres del tiempo (y el token femenino que exige la ley) en situaciones más que apuradas:
Borrascas y anticiclones con formas fálicas
Le pillan meando en plena transmisión
Mear en la nieve mola. Esto lo sabe el corresponsal del tiempo y su camarógrafo, que no deja de grabar ni cuando su compañero está con el pito al aire. Máxima atención a la cara de pasmo del presentador en el segundo 13:
Esto es lo que pasa cuando el hombre del tiempo lleva corbata verde
Sí señores, el croma es verde, así que cualquier prenda de ese color se transparenta. El efecto en este elegante hombre del tiempo es de semiinvisilidad, como si hubiera comprado la capa de los hobbits en rebajas:
Resbalones, tortazos y otras desdichas
Saliendo del armario, cucaracha mediante
Imagina que llevas años escondiendo tu condición sexual ante tus compañeros de plató y la audiencia de un canal de Wisconsin y de pronto aparece una cucaracha del tamaño de un chiuaua en el estudio. Ese ¡Oh My God! equivale a tres portadas consecutivas en la revista Zero.
Me pareció ver un lindo gatitoÔǪ
Fíjense en la parte baja de la pantalla mientras el señor Kachelmann (sí, se llama así) desgrana la previsión meteorológica en Baviera. Lupin, el gato del estudio, exigía su dosis horaria de caricias y eso no hay directo que lo pueda impedir.
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